Opinión

Vivimos una mentira prefabricada…

Dr. Miguel Palacios Frugone/Guayaquil

 

 

Parecería que todo lo creado ha sido hecho para que lo conquistemos.

La verdad es que somos un accidente evolutivo no planificado.

Peor aún que eso, somos una especie algo evolucionada con una rudimentaria inteligencia.

Por simple deducción, en alguna otra parte de lo que denominamos universo o en los millones que existen de ellos, debe existir alguna o algunas especies mucho más inteligentes que nosotros y con conocimientos que hacen primitivos a los que ahora pensamos que son los supremos, porque los tenemos.

Sería absurdo pensar que somos la especie más evolucionada del universo y que poseamos un conocimiento que nos hace una divinidad.

La verdad de nuestro “infinito saber” es que ni siquiera hemos descubierto la cura para la resaca después de una noche de vinos.

Hay un sin número de circunstancias donde no podemos participar y peor cambiar.

Una simple gripe no tiene cura.

Estamos desprotegidos frente a las agresiones que la naturaleza nos da.

Si un asteroide viniera directamente a chocar contra la tierra y el mismo fuera más grande que nuestro planeta y viajara a una velocidad superior a los objetos en los que volamos, no habría forma de evitar el choque y la colisión acabaría con nuestro mundo y nuestra vida.

El conocimiento es aprendizaje. Cada día sabemos más y conocemos menos.

Debemos volver nuestros ojos hacia nuestro interior para mirar nuestra esencia y encontrar la respuesta a las preguntas en nosotros mismos.

Sabemos cómo hacemos llegar una nave espacial a Marte, pero desconocemos a donde iremos después de morir.

Estamos preocupados por hacer dinero y cuando nos morimos no nos llevaremos ni un solo centavo de ello.

Cada día descubrimos más cosas; cada día sabemos menos de ellas.

Por sentido común debemos entender que la razón de nuestra presencia en nuestro vivir es el aprendizaje.

El sentimiento que acompaña y matiza nuestra vida terrenal es el amor.

El mismo está presente en todos los animales y se manifiesta en diferentes grados de comunicación.

Amar y aprender son la clave de todo conocimiento.

La vida carecería de sentido sin el sentido de amar y saber.

Para encontrar a Dios, debemos buscarlo dentro de nosotros mismos.

Somos una especie en evolución constante.

No somos igual que los cavernícolas, ni de los humanos de hace 2000 años.

Así como nosotros somos más evolucionados e inteligentes que una cucaracha, también hay especies en otros planetas que sabrán mucho más que nosotros y amarán de otra manera.

Es imposible creer que el Dios del universo fue hombre, judío o chino.

La deidad o la divinidad es el más simple de los principios.

Es una energía que creó todo y siendo infinita en su forma de constituirse, cada día sigue igual que nosotros, aprendiendo más sabiamente y cambiando.

El amor, la inteligencia y la pasión es lo que nos asemeja a la divinidad.

Cuando pasemos a otro estado con nuevas leyes y formas, deberemos de llevar en nuestra memoria el recuerdo de todo nuestro sentimiento vivido.

Somo una parte de un todo.

El que no sabe todo no sabe nada, puesto que todo es parte de todo.