Opinión

Venezuela: la luz no se ve

Diario El Tiempo de Colombia

«Por favor, paren ya las armas; hoy, la alegría nos la ha dado un chico de 17 años, y ayer murió uno de 17 años. Presidente, paremos ya las armas”.

Las palabras son del director técnico de la selección sub-20 de Venezuela, Rafael Dudamel, quien recientemente protagonizó una auténtica hazaña al alcanzar el subtítulo en la Copa Mundo de la categoría, celebrada en Corea del Sur. El estratega aprovechó la vitrina que tuvo para sentar una posición política. Que el fútbol no haya sido capaz de generar cohesión, así fuera temporal, en la sociedad venezolana es señal contundente y preocupante de lo crítico de la situación. A su regreso a Caracas, la delegación celebró en el estadio Olímpico de la Universidad Central de Venezuela, sin pasar por el Palacio de Miraflores.

Lo cierto es que el panorama continúa siendo sombrío. La esperanza de lograr un entendimiento entre la oposición y el Gobierno a instancias de la OEA se esfumó tras el portazo que diera la canciller Delcy Rodríguez en la Asamblea General de la organización el lunes pasado, que se celebra en Cancún (México).

Nicolás Maduro insiste en gobernar en clave de discordia, en hacer oídos sordos a cuanto llamado recibe -desde adentro y desde afuera- para entrar en razón.

Allí fue el país anfitrión el que intentó desempeñar un liderazgo continental para forzar a las partes a sentarse a la mesa, pero fracasó al obtener solo 20 de los 23 apoyos que requería la resolución en tal sentido. Un rol que definitivamente no quiere asumir Estados Unidos, que intercala llamados severos y estridentes con desaires como el de la ausencia en Cancún, avisada a última hora, de su secretario de Estado, Rex Tillerson, lo cual les da la razón a quienes identifican un cierto ingrediente de indescifrable ambigüedad en su postura frente a esta crisis.

Y mientras la pugnacidad se toma los escenarios diplomáticos, las calles venezolanas siguen igualmente candentes. Ya son 74 los muertos en 80 días de protestas, una cifra escandalosa. El más reciente, otro menor: Fabián Urbina, de 17 años, quien recibió un disparo en el pecho durante una manifestación en Caracas.

Pero si preocupa que el régimen de Nicolás Maduro se empeñe en poner oídos sordos a los llamados desde afuera y desde las calles para que detenga su marcha hacia la dictadura, sorprende, y mucho, la manera como ha resuelto enfrentar la decisión de la fiscal general, Luisa Díaz, de marcar distancia del Gobierno y clausurar también la posibilidad de, por lo menos, un ajuste dentro de los canales institucionales vigentes.

La repentina independencia de la funcionaria, que a su vez deja ver fisuras hasta hace poco inimaginables entre el chavismo y el madurismo, ha puesto a Miraflores a buscar algún modo de silenciarla. Y lo encontraron acusándola de no estar en sus cabales y haciendo que el Tribunal Supremo, cuya independencia del Ejecutivo es nula, le abra una investigación que muy seguramente terminará en una separación de su cargo. Es decir, en el retiro de una piedra en el zapato del régimen –que camina hacia el totalitarismo– con la que, sin duda, no contaba.

El logro deportivo fue un respiro apenas para el sufrido bravo pueblo. El mismo que, en un túnel que no se merece, no pierde la esperanza de, tarde o temprano, ver por fin una luz, así sea tenue. La mala noticia es que este anhelo sigue siendo una utopía. Y así será mientras se siga gobernando en clave de discordia. Cuando se requiere todo lo contrario.

Las opiniones vertidas en el medio son responsabilidad del autor.