Internacional

‘Venden a las cristianas en el supermercado’

Un cristiano de Irak narra el sufrimiento de los huidos de uno de los bastiones de su religión tras las barbaries de los terroristas del Estado Islámico.

“Nunca antes había llorado hasta que supe lo que había allí”, reconoce Khalid Mikha, cortando el silencio. Cristianos enterrados vivos, violaciones a mujeres que más tarde son vendidas como objetos por 1.000 euros en el supermercado del pueblo y el éxodo de cientos de miles de personas hacia la miseria.

Mikha habla del sufrimiento de su familia, antaño acaudalados iraquíes y, ahora, inmigrantes en Erbil (Kurdistán iraquí), Jordania o Turquía que dejaron atrás su futuro en lo que era su hogar, la ciudad cristiana de Qaraqosh, aplastada por los terroristas del Estado Islámico (IS) hace apenas un mes.

Khalid Mikha, residente en Madrid desde hace dos décadas, es profesor y dueño de un restaurante lleno de vida en el distrito de Moncloa. En la puerta de su negocio ha marcado la decimocuarta letra del abecedario árabe,  y primera de la palabra nasara, que en español se traduce por nazareno. Es la forma que los islamistas han usado para estigmatizar a los cristianos de territorios iraquíes y, en la actualidad, la marca que usan para su eliminación. Mikha, sin embargo, no quiere esconder de dónde procede porque toda su familia aún sigue en Irak huyendo de la barbarie, sin posibilidad de reunirse con él en España.

Los yihadistas tomaron hace un mes la ciudad de Qaraqosh, su hogar, el de su familia y el de 40.000 cristianos. Situado a alrededor de 30 kilómetros de Mosul, era uno de los últimos reductos de los cristianos de Irak hasta la invasión del Estado Islámico. El fuego cruzado entre los soldados del Gobierno Regional Kurdo y los terroristas dio inicio a la huida de sus habitantes, aunque el éxodo masivo se produjo sólo en una noche. “Imagina que cenas, te vas a dormir, y cuando te despiertas no queda nada”, comienza Mikha, con la mirada perdida mientras recuerda aquel momento en que ganaron los terroristas. “Todos tenían sus casas, sus trabajos, vivían como cualquier persona, el 80% de ellos eran ricos”, continúa.

Cuando entró el IS, Qaraqosh se convirtió en un “pueblo fantasma”. “El 98% de los habitantes huyó a Erbil. Sólo quedó gente mayor, gente que pensaba que no les pasaría nada”, añade. Las casas se quedaron abiertas y familias enteras huyeron con lo puesto, dejando atrás sus pertenencias, pasaportes y su futuro. “Se fueron andando, o en coche, pero cuando llegaban a los controles les hacían bajar y les pedían las llaves para quedarse con todo su dinero”, describe. A algunos los mataron, a otros los torturaron. “Le exigieron a un hombre su anillo de compromiso, que en ese momento no se pudo quitar. Le cortaron el dedo”.

Los que se quedaron en Qaraqosh, religiosos y personas mayores, se refugiaron en una residencia, pero Mikha asegura que les han cortado el agua, apenas les permiten salir a por pan y, a la luz del día, el miedo les impide poner un pie en la calle. Cuenta entonces la historia de un hombre de 65 años que consiguió huir en noche cerrada y anduvo durante 60 kilómetros hasta el Kurdistán.

“¿Qué les ocurre si se niegan a convertirse?”, se le pregunta.

“A los hombres les obligan a unirse al Estado Islámico. A las cristianas las obligan a taparse y a casarse. O las violan y las venden en el supermercado”, indica.

La peor parte se la llevó el pueblo vecino de Sinjar, escenario de la matanza de miles de personas por los terroristas del IS. “Los enterraron vivos, violaron a las mujeres, los decapitaron”, recuerda. “Mataron a un grupo de 1.500 personas y los tiraron al río. Uno sobrevivió y oí su testimonio: cuando abrió los ojos por la noche sólo quería correr, ¿pero a dónde?”. (La Gaceta/La Nación)