Opinión

Uribe será el culpable

Oscar Sevillano

@sevillanojarami

Diario El Espectador de Colombia

Hay algo que me alegra saber, ahora que está claro que el uribismo le apuesta a decirle “no” a la paz: habrá a quien echarle la culpa por la continuidad de la guerra con las Farc.

Aunque suene contradictorio, a los colombianos  nos apasiona y nos emociona un escenario de guerra, mucho más que el que nos puede causar  uno de paz. Es aquí donde Álvaro Uribe pesca en rio revuelto, aprovechándose de la pereza y letargo del Gobierno de Juan Manuel Santos, para así  ganar adeptos a su causa personal y llevarse por delante las intenciones de ponerle fin a la confrontación armada en Colombia.

A ningún colombiano le convendría que la confrontación armada con la guerrilla de las Farc se extendiera por un tiempo más, porque esta ha dejado miles de muertos, desaparecidos, secuestrados, colombianos víctimas de minas antipersonas y  cientos de colombianos desplazados de sus territorios. En un país civilizado, cualquier ciudadano se inclinaría por la culminación de este conflicto.

Sin embargo en Colombia la ciudadanía parecería dejarse llevar por las emociones que causa la guerra y la sed venganza de algunos, uno de ellos, el expresidente Álvaro Uribe y vemos que un 43% según la última encuesta de Ipsos Napoleón, se muestran más a favor de la continuidad de la guerra, sin importarles las consecuencias que este escenario puede desatar.

Que el Centro Democrático esté inclinado por el No a los acuerdos de paz con las Farc, no es un hecho que deba sorprender, al fin de cuentas Álvaro Uribe, jefe político de esta colectividad persigue un fin personal, que es la  sed de venganza del expresidente y hoy senador contra las  guerrilleras en Colombia por el asesinato de su padre, sumado a la actitud conveniente del resto de su bancada en el Congreso, quienes le deben obediencia ciega por el favorcito de arrastrarlos al legislativo.

Sin embargo, no suena nada coherente que los colombianos del común, que no cuentan con un esquema de seguridad de más 100 personas que le protejan día y noche, como si sucede con el expresidente,  y que se encuentran en total indefensión en municipios y veredas, se dejen llevar por un discurso político  mentiroso del exmandatario  y sus seguidores y estén dispuestos a acompañarle en esta idea perversa.

Nada más falto a la verdad que decir  que el proceso de paz con las Farc le asegura la impunidad a los guerrilleros que se desmovilicen y que la única manera de garantizar que esto no suceda es que estos vayan a la cárcel, cuando no hay cosa que garantice más la impunidad que la misma cárcel. Prueba de lo anterior es la Ley de Justicia y Paz, bajo la cual se desmovilizaron miles de paramilitares en el Gobierno de Álvaro Uribe, que hoy están a punto de salir de prisión, sin reparar ni siquiera al 40% de sus víctimas y con más de la mitad de los hechos sin revelar.

Nada más falto a la verdad que asegurar que el proceso de paz es el vehículo perfecto para que los criminales se tomen la política en Colombia. En primer lugar, parece que el uribismo desconoce que si de algo ha sido permeada la política en nuestro país no es precisamente de las buenas costumbres, sino por  el crimen organizado y que por cuenta de este fenómeno, nuestro país ha tenido que hacerle frente a escándalos judiciales como el Proceso 8.000 y la parapolítica. En segundo lugar, desconocen que la idea de un proceso de paz con un grupo insurgente es permitirle que cambien las armas por la democracia. Eso ha sucedido en todos los países donde han firmado acuerdos de paz. Nuestro país no será el primero, ni el único.

Por tanto,  carece de sentido que una fuerza política que se hace elegir en el Congreso de la República, salga a las calles para pedir a grito entero a través de un discurso lleno de ambigüedades, que la guerra continúe.

Suponiendo que al cerrar las votaciones del plebiscito gane el “No”. ¿Festejará el Centro Democrático con orquesta, comida y bebida el hecho de que la guerra continúe unos años más?; ¿Sonreirán Álvaro Uribe y sus seguidores ante cámaras y micrófonos cuando sepan que la paz en Colombia fue negada?; ¿Abrazará Paloma Valencia al expresidente  llena de júbilo y alegría al saber que durante un buen largo tiempo habrá más desplazados por la violencia, campesinos víctimas de minas antipersonas, desaparecidos, muertos, mujeres víctimas de violación sexual y niños reclutados a la fuerza?; ¿Se felicitarán María Fernanda Cabal, José Félix Lafaurie y José Obdulio Gaviria y se tomarán la foto alzando las manos y gritando “viva Colombia”, “viva la guerra”?

Podrá Álvaro Uribe seguir diciendo que el No a los acuerdos de paz lo que buscar es rectificar lo que ha pactado en la Habana. Todos sabemos que eso es una gran mentira, porque para el expresidente el único lugar donde puede ver con tranquilidad a quienes hoy desde las guerrillas empuñan las armas, no es una cárcel, sino en la tumba.

Pero lo que si no podrá negar ni el expresidente, ni sus obedientes senadores y representantes, es que  si se llega a dar la posibilidad, Dios no lo quiera, de que en el plebiscito gane el “No”, es que el enfrentamiento armado con las Farc y el Eln va a continuar durante un par de décadas más. Por las consecuencias que la guerra trae, ya sabemos a quién culpar.

Cambiando de tema, ¿Será necesario recordarle al expresidente Andrés Pastrana que es la voz menos autorizada para dar lecciones de cómo llevar un proceso de paz a feliz término?

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