El Guardián de las hierbas
Jorge Alania Vera
Jorge.alania@gmail.com
Desde Lima, Perú, para LA NACIÓN de Guayaquil, Ecuador.
No hay Dios que esté más sólo en el mundo que Osain, el Guardián de las hierbas. No tuvo padre ni madre y nació de los páramos como un arbusto que se pisa y se olvida. Pero Osain es feliz porque posee el secreto de la tierra- del Ewe- que el Padre Eterno le confió antes de descansar en el séptimo día. Por la magia de ese secreto pudo sobrevivir al dolor de los barcos negreros que llegaban del África con hombres que serían después amarrados, escupidos y que por decenas de años penderían de una cruz atroz del Caribe. Hombres que lo trajeron dibujado en el fondo de su memoria y de su alma, como sus ancestros dibujaron a la rústica felicidad en las piedras del monte.
El Guardián de las Hierbas es también el guardián de los sueños. Señor de la vegetación- Oluwa Ewe- sólo tiene una pierna y le fascina bailar ayudado por un palo que sostiene en su única mano. Con su único ojo mira caer la tarde con indecible ternura, mientras su oreja pequeña- la otra es muy grande y no percibe sonido alguno- se deleita sólo con el rumor que hacen los pavos reales al pisar la hojarasca. Elecan, odete y efocan- cojo, tuerto y manco, cuida las puertas del cielo porque es el único que sabe el secreto del Paraíso.
¡Oh Dios del viento y los árboles, baila por siempre sobre las vastas y sufridas florestas de estas ubérrimas tierras! Somos el niño que busca una espiga y que persigue una mariposa en los calenturientos cañaverales de Cuba, pero también el negro lucumí o arara que reza en silencio para que no lo oiga el amo. Pero tú, Osain, sí lo oirás por tu diminuta oreja que sabe distinguir el canto de todos los pájaros y el rumor de todas las lluvias. ¿Sabes lo que dice?. Que el Padre Eterno prefiere a los últimos- que serán los primeros- y que no hay hierba que brote sobre la tierra sino es para nuestra felicidad.