Un mesero incomprendido
María Cristina Menéndez Neale
Cristimenendez85@gmail.com
Hoy es un nuevo primer día de trabajo para Manuelito, un joven que un día decidió que quería ser mesero, y logró convertirse en uno con mucha experiencia, pero mucha experiencia en mandarse cagadas. Lleva trabajando en varios restaurantes, y en cada uno ha durado solo un día. Pero hay una razón por la que se equivoca tanto; Manuelito es una persona que comprende las cosas de forma muy literal.
Una vez fue despedido de un restaurante italiano, por decirle a una clienta que en el menú dice claramente que todos los platos son para dos personas y que por eso debe regresar con un acompañante para poder comer en el restaurante; o si ella quería podía ofrecerle solo el couvert. Manuelito no sabe cómo enfrentar situaciones fuera de lo literal, y si el menú decía “para dos personas”, entonces así debía ser.
Hoy, Manuelito comienza un nuevo día en La Parrilla, un restaurante de comida argentina. Hasta ahora, Manuelito no ha cometido ningún error; ahora deja de atender a unos clientes y se dirige a la cocina cuando de otra mesa lo saluda un señor, a quien Manuelito solo le devuelve el saludo. Al llegar a la cocina para tomar unos platos que ya están listos, se paraliza, recordando su primera experiencia como mesero en un restaurante del que fue despedido, porque solo se pasó saludando con la mano a los clientes, en lugar de acercarse a ellos cuando estos lo saludaban también con la mano pero para ser atendidos. Manuelito sacude la cabeza <<mejor me aseguro qué mismo>> se dice a sí mismo. Ignora aquellos platos listos, sale de la cocina y se dirige al señor, le toca el hombro y le dice:
-Disculpe, ¿usted me estaba saludando o necesita algo?
-¿Qué cosa?
-Le pregunté que si me estaba saludando, enantes que me movió la mano, o si necesitaba algo. –Manuelito está sonriente, muy seguro de su servicio.
-…………….. –el señor solo lo observa, tratando de descifrar qué está pasando.
-¿No? ¿Nada?
-Ahora no necesito nada –responde el señor, moviendo la mano de un lado al otro; a lo que Manuelito asiente y le imita el gesto, pensando que el señor ahora le hacía una despedida.
-¡Señor! –lo llama un joven de la mesa de alado.
-Dígame.
-Yo pedí carne cocida. –dice el joven abriendo la carne con los cubiertos y dejando chorrear la sangre. <<¿Cocida? Eso no hay en el menú…>> piensa Manuelito.
-¿Me puede por favor repetir qué carne fue la que pidió usted?
-Eh, filete. –dice el joven moviendo la cabeza de un lado hacia el otro y encogiendo los hombros.
-Ah ya. Pero joven, su plato está correctísimo. El filete está en su plato.
-Sí, lo sé, pero lo quiero cocido, bien cocido. –Manuelito se queda callado, contemplando el filete. El joven golpea la mesa con la palma de su mano, haciendo que el mesero salte. –¿Y?, pues llévese el plato.
-¿Seguro quiere que me lo lleve?
-¡Si pues!
-Enseguida, joven. –Manuelito recoge el plato del joven, se dirige a la cocina y lo deja sobre una mesa, donde ve los otros platos que estaban listos y nunca retiró; posa su dedo índice sobre las papas, las carnes, los chorizos <<ok, todavía no están fríos>>; los toma y los lleva a la mesa respectiva, a la de unas señoras. Luego se acerca a la mesa donde hay dos ejecutivos.
-¿Me está saludando o necesita algo?
-Pues lo estoy saludando porque necesito algo. –le dice uno de los ejecutivos entre risas. <<Ahora entiendo>> piensa Manuelito. –Nos trae otra copa de vino, por favor.
-Claro, enseguida, señor. –Manuelito se dirige hacia la cocina en busca de más vino, cuando de pronto el gerente lo toma del brazo.
-Manuel, las señoras de allá dicen que no solo te has demorado en llevarles sus platos, sino que también están fríos.
-Imposible, no están fríos.
-Calientes no deben estar.
-No, calientes tampoco, pero si estaban tibios, yo mismo lo comprobé. –el gerente solo lo mira, callado. –Me disculpa señor gerente, pero tengo que atender otra mesa. –dice Manuelito dándole la espalda y alejándose de él.
Manuelito, ahora está junto a una mesa, donde lleva como media hora parado junto a ésta, sosteniendo una jarra de agua. Algunos clientes le han hecho señas o saludos para que se acerque, pero esta vez, él ha decidido ignorarlos ya que la mesa junto a la que está parado, es su prioridad.
-Señor, no necesita servirme agua a cada rato, menos a cada sorbo que doy. –dice la señora que está sentada en la mesa junto a él.
-Pero usted me dijo que se moría de la sed, señora. –le responde Manuelito, llenando unas milésimas del vaso que ya tenía agua; el agua ahora rebosa del vaso.
-Sí, pero ya tuve suficiente, ¿no cree? –Manuelito le coloca los dedos en el cuello, revisando el pulso. –¡Saque sus dedos de encima mío! –Manuelito pega un brinco, regándole la jarra de agua encima a la mujer. El gerente corre hacia la mesa, y le grita:
-¡Anda a mi oficina! –Manuelito solo asiente la cabeza y se dirige a la oficina del gerente que queda detrás de la cocina. Pasa un buen rato, cuando el gerente por fin se aparece por ahí.
-Dijiste que has trabajado en varios restaurantes.
-Así es. –dice Manuelito, sentado en una silla, enderezado y cruzado de brazos.
-Pero no tienes idea de lo que es ser un mesero. Les haces preguntas extrañas a los clientes; sirves los platos fríos; hasta te le llevaste el plato a uno y nunca se lo regresa…
-Acerca de ese plato le puedo explicar. –interrumpe Manuelito –Ese joven, primero pide un filete, para luego decirme que pidió una cocida, algo que no hay en el menú. Luego me dice de nuevo que si pidió un filete, y luego, dice que quiere que se cosa ese filete pero, ¡cómo voy a coser un filete! ¿Qué locura es esa de coser un filete? Y luego me pide que me lleve el plato. ¡Y eso hice!
-¡Qué te lleves el maldito plato para que se cocine más la maldita carne, pues!
-Bueno, pues ese joven nunca me dijo eso mismo que usted me dice ahora. Seguro eso se lo dijo después a usted.
-……………… –el gerente se tapa la cara con una mano y luego arrastra su mano hacia abajo, estirando la piel de su rostro –¡Y qué diablos haces tocando a esa señora!
-Eso le puedo explicar también.
-¡No me expliques más nada! Lo siento, pero no te vamos a contratar. No pasaste tu día de prueba.
Manuelito se levanta de la silla, muy tranquilo y calmo, y fijando su mirada al gerente, grita:
-¡A la mierda ser mesero! ¡Mejor me voy a abrir mi propio restaurante! –Manuelito se arranca la placa que lleva su nombre, se la tira al gerente, y se aleja de aquel restaurante que le abrió los ojos para algo, ¿mejor? Si este joven abre un restaurante, se va a la quiebra el mismo día, pero no va a suceder porque no ha ganado ni un centavo. La realidad es que Manuelito, seguirá siendo un mesero incomprendido.
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