Opinión

Ultraje a la limitación física

Gerardo Maldonado

germaldo1@yahoo.com

Grandes personalidades del mundo alcanzaron sus metas a pesar de ciertas limitaciones físicas; lo hizo Franklin D. Roosvelt considerado uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos y el único que ganó 4 veces las elecciones. Una severa poliomielitis le llevó a permanecer en una silla de ruedas a los 39 años de edad hasta su muerte a los 63 años. No solamente se le recuerda por haber gobernado en plena II Guerra Mundial, sino porque en el mandato de 1935 reguló las relaciones laborales a favor de los trabajadores, el pago del salario mínimo y la jornada de 40 horas semanales. Jamás se le consideró un presidente con rasgos de odio y venganza como producto de su condición física, sino más bien un hombre sereno propulsor de reordenar al mundo luego de la guerra, sin alcanzar su cometido al morir de forma repentina. Más allá de las consideraciones estéticas, un hombre es lo que su pundonor y apego a la vida le motivan para seguir. No se necesita ser extraordinario, simplemente se requiere ser productivo y útil desde cualesquiera de los espacios del convivir social.

La propuesta de gobierno de Alianza País en Ecuador cuando se lanzó el binomio Correa-Moreno en 2007, a través del programa Manuela Espejo, contenía una serie de objetivos para trabajar con personas con capacidades especiales, tarea encargada precisamente a Lenín Moreno quien sufre una seria discapacidad producto de un lamentable accidente. Correa se desvivía por quienes estaban en esa penosa condición, y de seguro, inclusive, como ocurre en muchos programas de gobierno consideraba que con políticas de apego a estos sectores vulnerables, conseguiría una buena base de votantes. Es inaudito pensar en esa época a un Correa sintiendo rabia con su vicepresidente, peor creyendo que su estado de salud generaría “odio patológico” y venganza hacia los demás, tal como ahora desde su auto destierro proclama.

El objetivo central del trabajo de Moreno en la vicepresidencia fue identificarse con los discapacitados, hecho reconocido por la sociedad. Por eso, Alianza País vio en él al único candidato capaz de derrotar a la oposición, precisamente por el recuerdo en la memoria colectiva de haber superado de alguna manera, esos episodios históricos de discriminación e inclusive de exclusión hacia estos sectores, que fueron prácticas frecuentes en el nacimiento de la sociedad moderna.

Ahora en el estado paranoico de su estadía en Bélgica, al sentir que la Justicia ya no es su seguidora, cuando empiezan a salir las trapacerías de su ex mandato, en la desesperación por haber perdido el poder y no resignarse a ser un ciudadano común, la avalancha de su verbo procaz ha golpeado las fibras íntimas de la dignidad humana. Rechazar las palabras ofensivas emitidas por Correa respecto al estado de salud y la condición física del presidente Moreno no es suficiente. Es necesario sentar un precedente contra la fobia de estos seres descalificados; mientras una gran mayoría de discapacitados libran a diario una lucha en desigualdad de condiciones para trabajar, ser útiles, y mantener a sus familias, no podemos permitir que lo ganado desde la segunda mitad del siglo pasado cuando se inició una fase activa de reivindicación, respeto, consideración y exigencia de los derechos de las personas con discapacidad, sea alterada por un resentido social compulsivo y carente de autoridad moral. El mundo debe condenarlo a través de una proclama que haga conocer de verdad, quién es Correa.

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