Termales que sanan en Risaralda
A 40 minutos del municipio de Santa Rosa de Cabal se encuentra esta reserva natural que invita a los turistas a desconectarse del mundo moderno. No hay televisores ni radio, sólo un paisaje exigente para los sentidos.
Hay lugares que descrestan de tal forma que los adjetivos no alcanzan para describirlos, y otros tan bellos que tienen la capacidad de dejarlo a uno sin palabras. El protagonista de estas líneas, que me exige contarles la experiencia de una forma apropiada, es un lugar de Colombia ubicado a 40 minutos del municipio de Santa Rosa de Cabal, en Risaralda. Su nombre: termales de San Vicente. Su color: verde. Su olor: a un día lluvioso en pleno noviembre.
Desde la entrada todo está en silencio, como si el combustible tecnológico que mueve a las ciudades, al mundo y a las personas no llegara hasta allí. Son 472 hectáreas de área protegida las que se pueden ver alrededor, 20 de ellas usadas para el turismo y las otras para la protección de fuentes de agua, flora y fauna. Montañas, más montañas, ríos y cascadas priman en el paisaje de postal.
Las termales de San Vicente existen desde hace 23 años. Su fundador, don Lisbo Justo Serna, lo asumió como un regalo que la vida tuvo con él, o al menos así lo cuenta: “Esto era un criadero de trucha, con un poco de ganado. Cuando me lo ofrecieron no me llamó la atención porque quedaba retirado, pero vi un pozo de agua y me dio por meter el dedo. Cuando sentí el agua caliente, alcé la mirada al cielo y supe que era un tesoro porque agua caliente no hace nadie”.
Hoy comparte su tesoro con el mundo, a través de seis piscinas, tres baños en río termal, dos salas de spa, un baño turco, un área de peeling y otra de lodo, en las que las personas no sólo se regalan unos minutos de belleza sino de bienestar. Pues, según asegura don Lisbo, “he visto la mejora en visitantes que sufren de enfermedades respiratorias, de lupus eritematoso, de cáncer, o que les hacen diálisis. Todo esto gracias a que las aguas de aquí son altamente carbonatadas. Yo recomiendo hacer diez ingresos, cinco en la mañana y cinco en la tarde, para que logren un grado de desintoxicación de altas proporciones y liberen el sistema nervioso”.
No quiere decir que el lugar está destinado para personas con dolencias o malestares únicamente. Está pensado para todo aquel que quiera un fin de semana o unos días de descanso, de relajación, de silencio, de tranquilidad. En San Vicente no venden licor —y está prohibido su ingreso—, no hay televisores ni radios y tampoco se escucha música a alto volumen. Lo que sí abundan son los tonos de la naturaleza. Un verde intenso a los alrededores y un azul sin miedos en el cielo.
¿Qué se puede hacer allá, aparte de los masajes, la lodoterapia, el tratamiento de descanso en el peeling con vapor termal y la relajación en las piscinas termales? Una recomendación son las caminatas ecológicas que conducen a diferentes cascadas y en las que las personas pueden ver el nacimiento del agua caliente. Una de ellas dura menos de una hora y no exige mucho esfuerzo físico. Otro plan, para los más jóvenes, es hacer un corto recorrido en canopy sobre las piscinas.
Pero no sólo se va a descansar, también se va a comer bien. La riqueza gastronómica característica del departamento de Risaralda se encuentra incluida en el menú. Tres imperdibles a mi gusto son: el famoso chorizo santarrosano, la arepa de maíz frita y la milanesa de cerdo gratinada. Y para una fría tarde, nada mejor que una taza de aguapanela con queso.
De este lugar uno no vuelve igual. El organismo agradece el tiempo de desintoxicación, el cuerpo luce mejor con uno que otro kilo menos —por cada 12 minutos de ingreso a las piscinas termales se queman hasta 14 gramos de grasa y se eliminan hasta 725 gramos de agua, generando recambio de líquidos corporales y la limpieza interna de sustancias tóxicas— y la mente exige más momentos así: de dejar que el celular se descargue, de olvidarse de la novela o del reality y de permitirles a los oídos recordar cómo son los sonidos de la naturaleza.
Las escapadas, en cualquier lugar del mundo, no deben ser necesariamente para poner el cuerpo a prueba o para llevarlo a los extremos de la diversión. A veces es más que obligatorio dedicarle unos días de silencio y calma para valorar su existencia y oír con sutileza y ver el mundo que existe más allá de las pantallas.
Esta fue mi experiencia en este rincón de Colombia. De San Vicente me devolví con mis cosas y cierta nostalgia.
Posdata: en la reserva termal los turistas pueden elegir entre seis tipos de acomodaciones que van desde cabañas con piscina romana y chimenea, hasta habitaciones de un hotel tradicional y zona de camping. Los pasadías se consiguen desde $25.000.
El Espectador