Opinión

Sin privacidad: así nos quiere la tecnología hoy

Los secretos son mentiras / Compartir es querer / La privacidad es un robo”. Aunque remitan a los lemas de “Ingsoc” en el clásico 1984 de George Orwell, en realidad estas frases pertenecen a El Círculo, la corporación global que en un futuro cercano –y según el best seller de Dave Eggers– registrará cada dato generado por cada individuo en todo el planeta. Lo paradójico es que estos enunciados sombríos provienen de ideas altruistas.

Mae Holland, la protagonista, ingresa a la compañía, realiza el sueño de su vida y le pone voz a algunos de los mantras más idealistas que resuenan en los debates actuales sobre tecnología: “El estado natural de la información es ser libre / Compartes lo que tienes, lo que ves y lo que sabes / El secretismo forma parte de un sistema de conducta aberrante”. Tamizadas por la ideología de uno de los gurúes de El Círculo durante una conferencia, sus frases terminan tornando aceptable el discurso de la compañía, que postula la privacidad como un disvalor y la transparencia como un absoluto. La novela deja en claro que el know-how sobre el dispositivo simbólico de la sociedad continúa siendo el activo más valioso que puede controlar una empresa, en especial una de Internet: cuando hablan de innovación y tecnología, hablan en realidad de relaciones sociales y valores.

Del marketing como anzuelo David Lyon dirige el Centro de Estudios de Vigilancia, es sociólogo, da clases en la Universidad de Queen, en Kingston, Canadá, y ha participado de todos los Simposios LAVITS (Red Latinoamericana de Vigilancia, Tecnología y Sociedad). Consultado durante el encuentro en Buenos Aires, habló sobre la cultura de la vigilancia e hizo referencias a la novela de Eggers y a la película homónima –que se estrena en la ciudad el 29 de junio– con la esperanza de que funcione como disparador de un debate social necesario sobre el tema. “Creo que hará que surjan muchas preguntas, tal como lo hizo el libro en su momento. Cuando la protagonista ingresa a la compañía dice ‘Oh, Dios, esto es el paraíso’ y lo inteligente de la novela es que la pregunta ‘¿es realmente el paraíso?’ aparece constantemente”. Lyon, que en 2013 escribió Vigilancia líquida junto a Zygmunt Bauman, va más allá: “Ese paraíso ¿es utópico o es distópico?”.

A diferencia de la tradicional vigilancia por objetivos que se practicaba en el pasado, la recolección masiva de datos es la característica más significativa del espionaje de este milenio y por lo general no se percibe como una amenaza o una actividad controvertida, sobre todo cuando proviene de agentes privados. Las redes sociales están diseñadas para incentivar rasgos narcisistas, predisponer a los usuarios a distender los límites de su esfera personal y, en consecuencia, publicar información privada de forma voluntaria. A esto se suma que el registro a gran escala de datos aparentemente triviales (localización, contactos, historial de consumo) permite a las empresas revelar información sensible de las personas, que no sería compartida motu proprio. “Las rutinas de la vigilancia ya no son rutinas típicas ni actividades separadas en los lugares de trabajo ni en los departamentos del gobierno, hoy son algo que se mezcla con la vida cotidiana y de formas que nunca antes fueron pensadas como vigilancia. Por eso, cuando dicen ‘marketing’, yo digo ‘vigilancia’”, señala Lyon. Cuando se trata de vigilancia estatal, su práctica resulta aún menos visible. (EL CLARIN/LA NACIÓN)