Selfies, entre la adicción y el hábito
Los selfies o autorretratos son tan comunes en la actualidad, que puede parecer ‘normal’ ver a alguien tomarse una foto. Pero ¿qué tan sano puede ser la constante captura de un selfie?
Se los encuentra en las redes sociales, no distingue clase social ni género. Se trata de los denominados selfies o autorretratos, y su práctica es cada vez más común en personas de varias edades
La autofoto, que no tuvo ninguna denominación concreta hasta principios del siglo XXI, cuando el término se popularizó, según el Psicoterapeuta Eduardo Tigua, responde a un ego vulnerable y a la falta de autoestima acompañada de la necesidad de compensación son elementos que junto a otros subyacentes psicológicos, pueden convertir a alguien en una persona adicta a los selfies.
Tigua hace énfasis en que no está mal fotografiarse, pero se debe tener pertinencia. “Mientras el hábito del selfie no irrumpa en la hoja de vida diaria de la persona, puede considerarse aceptable”.
Para Adrián Contreras, estudiante de la Universidad Casa Grande, los selfies son parte de su vida. “Tengo selfies antes de que se creara la tendencia o tuviera un nombre” afirma, y como evidencia de ello su página personal de Facebook registra los autorretratos desde el año 2009. “Me tomo un selfie diario, o uno cada dos días”.
Pero la odontóloga, Elsa Sarmiento prefiere las fotografías de grupo. “Mis selfies son máximo tres, pero las fotos con mis amigas son mínimo 10”. Mientras que Adrián Contreras puede subir una selfie diaria a las redes sociales, Elsa prefiere actualizar su Facebook cada semana con fotos grupales.
La extrema toma de selfies puede convertirse en una enfermedad mental. Si alguien deja de lado las responsabilidades por obtener este tipo de fotografías, es probable que tenga adicción a los selfies. Aunque no se puede definir con un análisis superficial si alguna persona sufre de esta patología, existen medidas de prevención, las cuales consisten en terapias psicoterapéuticas con ejercicios para reforzar el autoestima, puntualiza Eduardo Tigua.
De hecho, a escala mundial esta tendencia, según estudio efectuado la Universidad Wageningen en Holanda, las fotografías responden a las dificultades y la soledad que padece su autor.
Según esta investigación “los adictos al selfie evalúan su nivel de bienestar en la imagen que construyen de sí mismos, empleando la tecnología para manipular la imagen real y así vender algo que no existe, sin entender que la vida no es photoshop”, es decir, que la imagen que tienen de sí mismos no encaja al cien por cien en aquello que quieren mostrar a nivel externo a través de sus fotos. Todo ello fue revelado de un análisis efectuado a 800 personas acostumbradas a hacerse selfies con mucha frecuencia.
Y todo ha ido de la mano de la tecnología, la misma que es un bien que está al servicio del ser humano, pero que asimismo provoca que la persona puede cruzar la línea del equilibrio al depender en exceso de la técnica. (KS/La Nación)