Revilla: “Escuché que me iban a quemar”
A las 01:00 del martes 18, llegó a un hospital de Saraguro, donde se le brindó ayuda y se dio aviso a la Policía
QUITO. El policía Jaime Revilla que fue secuestrado el lunes 17 de agosto por un grupo de indígenas en Saraguro, provincia de Loja, detalló las agresiones que sufrió y cómo logró escapar de sus captores. “Su estado psicológico es una mezcla de tristeza, nerviosismo y preocupación. A momentos quiere llorar, a veces se tranquiliza, pero siempre mira a sus costados”, indica un comunicado del Ministerio del Interior.
Revilla contó que ese día, mientras recorría en su motocicleta la zona de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) El Tablón, la radiopatrulla le ordenó que se dirija hacia el Parque de La Cultura, entre las avenidas Eloy Alfaro y Calasanz, para detener a cerca de 50 personas que intentaba agredir a la jefa Política María Farez y al comisario Edwin Morocho, liberados la noche del mismo lunes.
Esta noticia publicada por diario El Telégrafo y por el Ministerio del Interior relata las agresiones y amenazas que recibió el uniformado. Revilla declaró que los indígenas lo llevaron hacia la casa de la Federación Interprovincial de Indígenas de Saraguro (FIIS). Allí lo arrodillaron y le arrojaron agua con ají en los ojos para luego taparle el rostro y amarrarle un trapo en la boca. “Me ardían los ojos y no podía ver, pero escuché que me iban a quemar y que iban a tomar venganza, porque supuestamente los policías habían golpeado y arrojado gas a los protestantes”, aseguró el uniformado.
Luego, el policía fue ingresado a una habitación, donde lo vistieron con anacos y demás vestimenta indígena femenina. Esto, según los secuestradores, para poder movilizarlo y llevarlo hacia la comunidad de Cañicapac. “Me sacaron en un vehículo y me llevaron a ese sitio, fueron las horas más largas de mi vida, siempre me golpeaban y me lanzaban agua con ají”, manifestó el agente.
Ya en la comunidad, Revilla fue amenazado por un hombre con ser castrado. Otro se le acercó y trató de ahorcarlo con un trapo. “Ellos me decían que desde la época de Atahualpa fueron asesinados y que siempre los hicieron de menos”. Revilla contó que un hombre lo sacudió tan fuerte, que golpeó su cabeza contra el piso. Esto fue aprovechado por el policía para hacerse dormido, por lo que sus captores pensaron que quedó inconsciente. Le dieron agua con ají y al no obtener respuesta del policía lo esposaron y los dejaron en una habitación.
Fue cuando aprovechó y, con técnicas aprendidas en la Policía, se quitó una las esposas y todas los trapos que le impedían ver y hablar. Escapó por una ventana y se dirigió hasta una montaña, se escondió en unos matorrales hasta que llegara la noche. “Cuando sus captores se dieron cuenta que había escapado empezó una búsqueda con machetes, perros y armas por toda la zona”, indica el comunicado, que añade que Revilla aprovechó la oscuridad y caminó por cerca de cinco horas sin un destino fijo. Finalmente, a las 01:00 del martes 18, llegó a un hospital de Saraguro, donde se le brindó ayuda y se dio aviso a la Policía. (Ministerio del Interior y El Telégrafo)