Opinión

Retinas con recuerdo

Claudio Campos

claudiocampos142@hotmail.com

@claudioncampos

El torneo había sido duro y muy largo, disputado y parejo generando entre los jugadores y la ciudad que acompañaba siempre en los estadios un idilio especial. El camino sinuoso ya se había superado y ahora solo quedaba jugar la gran final. Loannina estaba enrarecida y con mucha actividad por este motivo, bares repletos de personas hablando y especulando que podía pasar en el gran día pero en definitiva viviendo días diferentes colmados de ansiedad y mucha pasión.

El equipo trabajaba normalmente haciendo hincapié en las fortalezas y aislado de todo aquel frenesí que se vivía en las calles intentando de esta manera arribar al compromiso de la década con ideas claras y sin presiones ocultas. El entrenador descomprimió al plantel dejando todas las mañanas libres en la concentración y pidió  a sus futbolistas simplemente soñar cada día con las jugadas perfectas que llevarían a conseguir el máximo objetivo.

El momento de partir para Atenas encontró por primera vez en el año a la hincha y jugadores frente a frente en el aeropuerto, circunstancia que más allá de ser relajada llamo la atención a la delegación que con un silencio cortante escucho al portavoz pronunciar palabras de agradecimiento y certificando que pase lo que pase cada integrante de aquel plantel viviría eternamente tatuado en las paredes del alma de la ciudad. Aunque la experiencia abundaba en muchos jugadores las miradas profundas llenas de convicción adornaron el periplo que duro un poco más de una hora. Aquel anochecer se convirtió en el último testigo de un grupo de corazones desconocidos que tendrían pocas horas después el privilegio de representar a miles de sentimientos desesperados por una satisfacción.

La cara del entrenador demostraba que estaba disfrutando el acontecimiento, y eso seguramente sumado al plus de optimismo que le agregaron los asistentes del plantel confirmó que no sería un día cualquiera, sino que sería especial. El olor a aceite verde de aquel vestuario aun convive con mis recuerdos, pero lo que más golpea mi sensibilidad es acordarme que el utilero minutos antes de salir al campo de juego se acercó, me puso la mano en el hombro y con lágrimas en los ojos me dijo, anoche dormí con tus zapatos debajo de mi almohada, trate de transmitirles que depende de ellos que algún día me muera feliz, tengo cuatro décadas detrás de esta pasión, y nunca fui campeón, pero algo me dice que hoy tu sangre batallara junto a la mía y se cumplirá mi deseo.

Las opiniones vertidas en el medio son de responsabilidad del autor.