Nueva York
Gonzalo Escobar Villavicencio
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Leonardo Escobar Bravo
leonardoescobarb@hotmail.com
En la denominada “Capital del Mundo”, sin importar el día de la semana las actividades bastan y sobran. Ya sea comida, fiesta o entretenimiento. Y por supuesto hay destinos impasables, pero que no son tan promulgados como podrían– lo sé, a muchos se les pasan estos destinos, o deciden subestimarlos.
Uno de los dichos destinos indispensables en Nueva York es el Chelsea Market, un análogo de los tantos mercados que se dan por sentado en la clase media y alta de la sociedad guayaquileña, y el resto del Ecuador. En una zona tan cosmopolita y urbanizada como la que rodea a la Gran Manzana, es difícil toparse con un local que provea alimentos en su estado más fresco y natural.
A los alrededores se hallan las oficinas de Google y marcas derivadas del titán digital, como la subsidiaria YouTube; y por supuesto que estos empleados dejan las oficinas para deleitarse con la impresionante variedad de productos por encontrar en el mercado. Además de esto, gente de todas zonas de la ciudad se gastan el viaje hasta el extremo suroeste, entre la 9na y 10ma avenida y las calles 14ta y 15ta en la Isla de Manhattan.
Todos los días, al atardecer, el piso entero que ocupa el mercado queda repleto de residentes y turistas que consumen y pasean por su suelo de vieja madera y paredes de ladrillo desgastado, tuberías y escapes de ventilación descubiertos, y banquillos de roca; unos años atrás una zona deplorable que hoy está reformada, con un mercado como su eje, moldeado para conservar ese estilo envejecido y añejado.
Actualmente es temporada de ostras, y desde 4 a 6 de la tarde es el Oyster Happy Hour en el Cull & Pistol OysterBar, donde uno puede elegir cualquiera de las muchas variedades de ostras por $1 (suelen costar $3 cada una) y acompañarlas con el vino, cocktail o bebida de preferencia. Gente viene y va, esperando su turno para sentarse en el bar, pues el local se repleta hasta no poder más y la espera es larga– nadie desea abandonar el idilio. Hay puestos de comida mexicana, italiana, coreana, y demás; hay locales de legumbres, queserías, colecciones de vino, aceites de oliva, vinagres y sales; hay de todo.
Así mismo están los muchos mercados en las ciudades ecuatorianas, pero que no todos los estratos sociales aprecian. Se debería; en un país de distancias y población menos numerosa, con mayor facilidad para la transportación y distribución de alimentos, los mercados ecuatorianas son diariamente abastecidos con las mejores calidades y a los precios más bajos, danos posibilidad a todo los ciudadanos que disfrutar en sus agachados y llevar a casa mariscos y legumbres; un lujo extremo en el mundo industrializado de hoy.
Luego, en la zona del Village sobre todo, la vida nocturna es cuestión de todos los días. Las obras teatrales y musicales, conciertos y cualquier tipo de entretenimiento deseado, nunca descansan, y uno puede encontrarlos en cualquier rango de precio concebible. Hay shows que si no son gratis, están cerca de serlo (tomando en cuenta que nada es barato en Nueva York): protagonizados por amateurs, ellos actúan por el amor a su arte muchas veces, sin cobrar a organizadores y contando con donaciones del público si estas se dan, con la esperanza de forjarse un nombre que eventualmente los lleve a realizar sus pasiones.
Una cultura que vive de un estresante consumo y cansina rapidez, es un adorado e indispensable privilegio para la gente de Nueva York el asistir a estos eventos artísticos. La constante competencia obliga a los más principiantes a sobresalir cuanto más puedan en toda ocasión, esto si desean alcanzar la fama y fortuna que saben es posible. La economía fluye hasta en la peor crisis, por esta tradición que a pesar de lo superficial en sus elementos, aprecia aquello que brinda emoción, tristes y alegres: las tragedias, comedias, musicales; aquello que saca lo humano en nosotros y estimula el alma. Algo esencial que aprender y emular para toda sociedad exitosa.
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