Opinión

Nadar entre tiburones

Claudio Campos

claudiocampos142@hotmail.com

@claudioncampos

Hace tiempo que estoy sumergido en este mundo tan voraz del fútbol donde las palmadas en la espalda son esporádicas y los insultos se convierten en un condimento con el cual hay que saber convivir sin que afecte la autoestima. El negocio genera intereses frívolos que dejan en un segundo plano a la persona que en esta precisa situación pasa a ser algo material y desechable en el peor de los casos.

El jugador imperiosamente si quiere transitar inmune en este cosmos tan enlodado debe aprender a nadar entre tiburones sin olvidarse que todo comenzó con un sueño. Este último detalle es el factor determinante que llevara al futbolista a sobreponerse de todo y continuar batallando con sus armas por aquel anhelo tan profundo que engendro en la niñez y tuvo que ratificar con el paso del tiempo. La mayoría no sabe ni se imagina lo difícil que es lograr convertirse en jugador profesional, nadie tiene consciencia de los sacrificios diarios que realiza cada deportista mejorando sus capacidades pero también enfrentándose en la adolescencia a las hormonas de la propia edad y recurrentemente a las presiones externas, incluso familiares.

El jugador responsable no acude a fiestas y mucho menos puede atreverse a incurrir en desarreglos en su rutina ya que trabaja con su cuerpo y necesita demostrar partido a partido para poder seguir vigente en un escalafón que no conoce de esperas y menos de paciencia. La experiencia me dice que es muy difícil cambiar formas de pensar y asimilar situaciones diferentes si no tengo los objetivos claros, siendo esta una circunstancia muy ligada a los ejemplos que tuvo el deportista en su casa y también en la sociedad que le toco vivir. El jugador entrena y juega como vive, y si a todo esto le sumamos que no tiene la fortaleza mental de superar barreras, desarrollará su máximo potencial a cuenta gotas y con la única premisa de conformarse con un tibio desempeño y de último buscar excusas infundadas.

La disciplina en edades tempranas y la búsqueda constante de ejemplos positivos pueden ser el antídoto perfecto para la mediocridad, y es precisamente allí donde se debe guiar a aquellos jóvenes que se ilusionan con una carrera que pide a gritos almos con sacrificio y llenos de talento.

El fútbol acepta a todos por igual pero premia con reconocimientos eternos aquellos valientes que conociendo sus falencias luchan cada día para modificarlas y a su vez procuran sin vergüenzas potenciar constantemente sus virtudes. A la pelota juegan todos, al fútbol solo los elegidos.

Las opiniones vertidas en el medio son de responsabilidad del autor.