Opinión

Nació desde un anhelo

Claudio Campos

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@claudioncampos

En el inagotable cosmos futbolero existen historias que no siempre salen a la luz y quedan simplemente grabadas en las retinas del propio protagonista que conoce a la perfección cada atajo que tuvo que atravesar para de esta manera cumplir con el sueño personal y de otros que sufren tanto como él. El futbolista pasa por varias etapas antes de realmente conseguir este rotulo que tiene la particularidad de ser manoseado y no tan reconocido aunque sí muy deseado.

El primer contacto con la que sería la culpable del enamoramiento hacia un deporte que mueve multitudes, surgió desde el mismo seno familiar, porque más allá de que no hubo presiones desde lo progenitores lo que invadía la atmosfera familiar hacía prever que alguno en casa al menos intentaría tener una carrera ligada a la pelota. Los torneos de baby fútbol en una zona donde el clima impide jugar mucho tiempo al aire libre, fueron forjando un sentimiento de autoconfianza en este mancebo que con el pasar de los partidos fue evolucionando en sus acciones a tal punto que los comentarios llegaron hasta los oídos de la directora del colegio que con un tacto envidiable promociono esa situación incorporándolo al selectivo escolar.

En aquella época era un honor ser escogido para jugar con los más grandes, dato no menor porque en la actualidad es más destacado superar un juego en la computadora que ser parte de un grupo elite. Los años fueron pasando y la tendencia de marcar diferencias con el balón fueron creciendo a tal punto que algunos matutinos alertaron al poblado con la aparición de un niño que tenía entre sus planes intentar ser alguien dentro del deporte rey.

Con la llegada de la adolescencia se corroboro que sus convicciones iban más allá, dando batalla a los desajustes que producen las hormonas de la edad, dejando claro que si las bases son sólidas es casi imposible mover una estructura de comportamiento y muchos menos torcer una manera de vivir. Hubo un primer intento de saber si los destellos que demostraba en su pequeño pueblo eran lo suficiente para competir a otro nivel; el final no fue como se esperaba, quizás por no entrar compenetrado a su evaluación, situación que quedó tatuada para siempre en la memoria del jugador. Tuvo un regreso poco feliz, que en vez de hundirlo anímicamente lo catapulto a luchar con más contracción sabiendo inconscientemente que la próxima oportunidad no la podía desaprovechar, y así fue, porque un 6 de enero partió en busca de un anhelo que era tan fuerte como el apoyo incondicional de una familia que nació desde unos ideales muy profundos.

La prueba fue un simple formalismo para las estadísticas, el resto está escrito con letras dignas de mucho sacrificio, llantos y alegrías a la distancia, pero intentando siempre que aquel sueño de pibe también sea disfrutado por todos los que crecieron y la lucharon junto a él.

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