Multitudinario desfile en el orgullo gay de Jerusalén
La marcha, en la que participaron algunas charangas pero que careció de carrozas y otro tipo de espectáculos, discurrió este año sin incidentes.
JERUSALÉN. Al contrario de la afamada Tel Aviv, símbolo del orgullo gay en Oriente Medio, Jerusalén es una ciudad religiosa y ultra conservadora donde la homosexualidad es un pecado y su ostentación un acto de osadía y riesgo.
Por eso, más de 2.000 gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, fuertemente escoltados por la policía salieron a las calles en un desfile que tuvo todos los elementos de la fiesta pero sobre todo un marcado acento reivindicativo.
«No creo que en Israel haya suficiente libertad para los gays, si tu te quieres casar no te puedes casar en Israel y creo que realmente es terrible. No tenemos derechos así que creo que aquí necesitamos un revolución», explicó Maya, una veinteañera de Jerusalén.
A su lado, Luise, que se identificaba como bisexual, y Mijal, una chica heterosexual que se había sumado para apoyar a sus amigos, compartían el pesimismo, y se quejaban de la falsa idea que se tiene en Occidente sobre la tolerancia en Israel.
A este respecto, subrayaban las grandes diferencias que existen a la hora de ser gay y comportarte como tal en una ciudad cosmopolita como Tel Aviv, la única de estas características en el país, y el resto, en especial en Jerusalén, donde en el pasado se ha producido agresiones contra este colectivo.
Por ello, cientos de policías de frontera y otros cuerpos de Seguridad el Estado, además del Ejército, vigilaban el vallado recorrido, que atravesaba una de las arterias de la ciudad y culminaba con una fiesta en el conocido Parque de la Independencia.
«Es muy diferente a Tel Aviv, yo estuve en Tel Aviv hace unos años, y en Tel Aviv es más especial que aquí, aquí es más calmado, en Tel Aviv es más de mostrarnos, es decir estamos aquí», afirmó Louise.
Miembro de un grupo de la sociedad civil que apoya la integración, Mijal subrayó que casos como el suyo son una excepción en una ciudad que al contrario de Tel Aviv, solo tiene un bar abiertamente homosexual.
«Tengo muchos amigos gays y los quiero y los acepto, pero hay mucha gente que no se lo cuenta a los hijos, les cierra la boca o simplemente les ignora y no les habla de la sexualidad».
Noga, una veinteañera que hablaba con acento argentino, señaló, por su parte, que el principal problema es el creciente poder de influencia que acumulan día a día los religiosos, no solo en la ciudad sino en todo el Estado.
«No más en este aspecto, en muchos aspectos, como los negocios que están cerrados en Sabat hasta cosas así que gente no se pueda casar porque tienen otra manera de vida. Están mucho en el gobierno y tienen más fuerza cada año», denunció.
Jóvenes en su mayoría, apenas gente madura, algunas familias y estampas imposibles fuera de un país tan militarizado como Israel, como la de jóvenes con sus fusiles reglamentarios y ropa de civil o soldados de uniforme, con la kipá religiosa sobre la coronilla, el arma colgando y la bandera arcoíris a la espalda. (Efe/La Nación)