Opinión

Los taxistas vs. Uber

 
 

Fuente: Álvaro Cueva –  Mèxico.

 
No sé usted, pero yo he vivido cualquier cantidad de historias de terror usando taxis en diferentes ciudades. E igual, me han tocado unos taxis maravillosos conducidos por gente de primera que se merece todo mi respeto y cariño. Con las apps tipo Uber me ha pasado lo mismo. Me han visto la cara, me he subido a unos coches inmundos y me han tratado pésimo.
 
 
¿Pero qué cree? También he conocido a conductoras y conductores extraordinarios que me han transportado en vehículos excelentes y que me han dado el mejor de los servicios. ¿A dónde quiero llegar? A que algún día los historiadores investigarán nuestra realidad y se ahogarán de risa ante este absurdo debate entre los taxis y los servicios de transportación por app. El verdadero conflicto no es si los taxistas son buenos y las personas de Uber, malas. La verdadera bronca es que las cosas están cambiando demasiado rápido en términos tecnológicos, económicos y sociales. Y ni las autoridades, ni las personas que trabajan en la industria del transporte ni nosotros, los usuarios, hemos sido capaces de reaccionar con inteligencia. Sí, es muy injusto que los taxistas tengan que pasar por mil y un trámites para poderse dedicar a lo que se dedican. Pero también es injusto que miles de personas de bien que lo único que quieren es trabajar, no lo puedan hacer.
 
 
Lo de los aeropuertos es lo de menos. Aquí hay algo superior. Ya se lo dije: el cambio. Y no es que seamos una generación atrapada en la transición de los taxis a Uber. Es que hoy nos estamos mudando de los taxis a Uber como mañana nos mudaremos de Uber a otra cosa, y de esa otra cosa a otra mejor, y a otra mejor, y a otra mejor. Pasa en el transporte, pero también en la política, en la banca, en la hotelería, en la telefonía, en la fotografía, en la educación, en la radio, en el cine, en la televisión. ¡En todo! Y un día los de Uber protestarán por la competencia del servicio que les mermará el negocio tal y como hoy los taxistas protestan contra ellos, y la gente del nuevo servicio contra el otro servicio todavía más nuevo, y así hasta la eternidad.
 
 
Lo que tenemos que hacer es sentar las bases para una realidad mucho más cambiante que la de nuestros padres y establecer prioridades como humanidad. ¿A qué me refiero con esto? A un elemento que no está apareciendo en la ecuación: nosotros, pero no como taxistas, conductores de Uber, políticos, reporteros o usuarios. Nosotros como especie. ¿Qué va a pasar con los derechos de los taxistas cuando esta historia termine? ¿Qué va a pasar con los de los conductores de las apps? ¿Qué va a pasar con los de las mujeres y los de los hombres que los sustituyan? Eso es algo que no debemos descuidar jamás porque si hoy los taxistas pierden sus derechos, mañana usted y yo perderemos los nuestros.
 
 
¿Hacia allá es hacia donde queremos dirigir todos estos cambios, hacia un punto donde todos nos quedemos sin trabajo, prestaciones ni nada por darle gusto a la tecnología? ¿Qué ganamos con darle gusto a la tecnología? Estamos a tiempo para impedir una catástrofe. El tema no es ni Uber ni los taxistas, sino cómo vamos a protegernos como seres humanos ahora que vivimos en la era del cambio permanente. ¿A poco no?