Los niños del Caquetá
Jorge Alania Vera
Desde Lima, Perú, para LA NACIÓN de Guayaquil, Ecuador
Las brigadas de búsqueda del ejército los llamaron en huitoto, su lengua natal, en la vastedad inextricable de la selva colombiana Son los niños indígenas de Puerto Sábalo, un pueblo remoto y casi sin historia en mitad de la Amazonía de aquel país, que han sobrevivido a un accidente de aviación cuando, junto con su mamá, viajaban al encuentro de su padre a la ciudad de Villavicencio en los llanos orientales de Colombia.
El papá huyo amenazado de muerte por la guerrilla, recalando, tiempo después, en Villavicencio desde donde llamó a su familia para que lo alcanzaran en su periplo desesperado hacia Bogotá. Los niños y la madre se subieron a una avioneta que cuando volaba sobre río Apaporis, sufrió un desperfecto y perdió toda comunicación con tierra. Luego vino el impacto y los restos de la nave se esparcieron con estrépito sobre tierras y aguas del Caquetá.
El ejército encontró los cadáveres de tres adultos, pero ni rastro de los niños. Días después hallarían un biberón y algunas huellas, pero nada más. La búsqueda siguió, más con los días que pasaban decrecían las esperanzas de encontrarlos con vida, aun cuando había que considerar que la selva es su hábitat natural y por lo tanto podían sobrevivir en ella. Y así lo hicieron, construyendo ellos mismos una covacha con ramas de los árboles
La selva, todas las selvas de la tierra son una metáfora del devenir humano y un sinónimo de misterio, exuberancia y oscuridad. La Divina Comedia de Dante Alligieri empieza así: “En mitad del camino de la vida/ en una selva oscura me encontraba/porque mi ruta había extraviado”. En el Libro de la Selva del poeta Rudyard Kipling se escucha decir: “Silencio, mi amor, que la noche crece”. Y también: “En la Selva pueden ser presa hasta las creaturas más pequeñas.”
Gracias a Silvano, Faunus, Picus, Liber Pater, Pales, dioses de la Selva, los niños del Caquetá no desaparecieron. Mamá y papá y la abuela, cuya voz los llamaba desde los altavoces de las avionetas de búsqueda, los estaban esperando y junto a ellos todo un pueblo que habla huitoto y juega con hormigas gigantes.
El santuario de los dioses de la Selva es el árbol, síntesis del bosque. La cruz, el árbol de sangre de la redención cristiana, es la síntesis del amor. Todos los rituales de la Selva se realizan junto a los árboles o en algún claro que permite la vista del sol o el trueno de la lluvia o el llanto de la luna en los días que pasan.
Los niños del Caquetá van al encuentro de su padre. Llevan en sus ojos el brillo del amor filial y la sombra de la violencia que se sigue abatiendo sobre Colombia. Los salvaron dioses a los que nadie reza y árboles que siguen muriendo de pie.