Los graduados del Jefferson
Juan Javier Campoverde
@JuanCalambre
En la década de los noventas existía en Guayaquil un Instituto de Educación Superior, el Jefferson International College. Contaba con instalaciones y docentes de primera, y sus estándares académicos eran altos. Un convenio con una universidad estadounidense permitía a los estudiantes homologar sus notas y terminar sus estudios en esta, o cualquier otra universidad de ese país. Quienes optaron por esta opción nunca sospecharon el destino de sus compañeros, los que terminaron la carrera aquí, en la sede Guayaquil.
Imaginen terminar una carrera, y en la ceremonia de graduación recibir el título de manos del Ministro de Educación, eso pasó en la primera promoción. O del Gobernador del Guayas, que fue uno de los invitados que entregó diplomas cuando la segunda promoción se graduó. Luego de ceremonias con invitados de ese calibre fue difícil para los graduados sospechar que el título que acababan de recibir no tenía valor.
La universidad abrió sus puertas en 1995. El estado la intervino en mayo de 2005 de forma integral: en lo administrativo, económico, financiero, y académico. Muchos estudiantes se retiraron. Ninguno de los administradores nombrados por el Conesup logró resolver la situación de ilegitimidad de los afectados; lo contrario, las posibles soluciones se estancaron y atrasaron. Con ello muchos estudiantes se desilusionaron y perdieron la confianza en los procesos de intervención estatal. En 2008 el Conesup decretó el cierre definitivo de la Universidad.
No sé quién o quienes deberían asumir responsabilidad por esta masiva estafa. O si acaso hubo mala fe siquiera. Mi intención es exponer el viacrucis de los estudiantes, que conozco algunos. Son profesionales que recibieron un título que no los acreditaba a nada. Quienes se graduaron en dichas ceremonias eran profesionales aptos, poseían los conocimientos. Sus títulos no eran falsos, sino que carecían de valor. El estado los desconocía, y en consecuencia, todos en el territorio nacional.
Los graduados descubrieron aquella realidad cuando debieron registrar su título en el organismo de control para la educación superior de la época, el Conesup. Al hacer esta diligencia, uno a uno fue recibiendo, como un golpe bajo, la noticia: los títulos no eran reconocidos por la República del Ecuador.
Un cartón sin validez obligaba a los estudiantes a buscar sus registros de calificaciones para probar que pasaron por las aulas y aprobaron las materias. Pero el College no solo había cambiado de nombre, había cambiado de domicilio. Era una oficina, y en ella ningún registro de notas. Tras otro cambio en la administración, los estudiantes por fin recibieron documentos que los acreditaban. Lamentablemente, caducaron dos semanas después, porque la ley cambió. Los alumnos quedaron en el mismo lugar que antes, y la administración ya había cumplido su trabajo. El tiempo pasaba, y muchas universidades intervenidas en la misma época ya habían logrado regularizar su situación y la de sus alumnos, mientras los de la Universidad Jefferson seguían sin respuestas concretas.
Con el actual gobierno desapareció el Conesup, fue reemplazado por el Senescyt. También se creó el CES, Consejo de Educación Superior. Fue con autoridades de este organismo que un pequeño grupo de exalumnos, no más de seis, se puso en contacto; tras solicitar una audiencia, fueron recibidos en Quito, donde pudieron dar su versión de los hechos por primera vez, en 2012. El CES habilitó un sitio web donde los graduados, egresados, o quienes habían cursado materias, podían subir sus documentos para revisión.
Hay que decir que este gobierno, a través de sus organismos pertinentes, ha brindado todas las facilidades para componer y enmendar un error heredado de una administración anterior. Asumiendo esa responsabilidad, el CES se ha encargado de que estos estudiantes obtengan un título válido. Ha organizado ya dos ceremonias de graduación, y acaba de hacer una última concesión para que rezagados e incrédulos puedan ingresar sus documentos, con lo que posiblemente habrá un tercer grupo de homenajeados. Aplauso para ellos, y para las autoridades de educación superior.
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