Lo cierto es que todos mienten
Cecilia Rodríguez
Diario El Tiempo de Colombia
¡De la que nos salvamos! Donald Trump, hasta este momento, según las más respetadas encuestas, no será el próximo presidente de Estados Unidos y el mundo está a salvo, o así parece en la euforia global alrededor de su inminente caída.
Finalmente, baja el telón de la más entretenida, fascinante y miedosa campaña electoral de los últimos tiempos, y Trump es desenmascarado frente al público por sus oponentes, exaliados, socios, medios de comunicación, redes sociales, columnistas en una especie de orgía de ataques, burlas y escrutinio sin paralelo en la historia de ese país.
Mañana, a menos que ocurra algo extraordinario, EE. UU., por primera vez en 240 años, elegirá una mujer presidenta. Pero el país no será el mismo porque esta elección deja una marca aún mayor: la del antes y después de Trump.
Nunca hubo un candidato que profiriera tantos insultos y promesas absurdas, denigrado inmigrantes, minusválidos, musulmanes y mexicanos; montado campañas fraudulentas para repartir mensajes erróneos; presumido de acosar mujeres y agarrarlas de sus genitales; menospreciado acuerdos comerciales y alianzas vitales; amenazado con recortar la libertad de prensa e infringir la independencia judicial; sugerido a los defensores del porte de armas que tomen la ley en sus manos si Hillary Clinton gana y amenazado con que si él gana meterá a su oponente a la cárcel. Como escribió Thomas Friedman en el ‘New York Times’: “Trump ha sido citado por mentir sobre más cosas, más veces, de tantas maneras en tantos días como ningún otro aspirante a la presidencia en la historia”.
Sin embargo, hasta este último momento, a pesar de todo eso, no se descarta la posibilidad de que Trump pueda ganar. Y lo que está quedando claro de la confusión es que la gente está harta de encuestas, expertos, datos, estadísticas, sobre todo si vienen del gobierno de los partidos o de los políticos. Esta es una época de desconfianza. Lo único que parece cierto es que todos mienten.
Como nos pasa a los colombianos, los americanos han aprendido a no creer en nada que tenga sello oficial u olor político. No solo desconfiamos de las encuestas, sino de cifras como tasas de desempleo, inflación, gasto en los hogares, cobertura de salud, crecimiento del producto interno bruto y otras estadísticas de las que empresas y consumidores dependen a la hora de tomar decisiones financieras.
Lo que prevalece es un creciente cinismo entre electores, alimentado imprudentemente por políticos oportunistas con peligrosas campañas de desinformación. Como el caso de la que el uribismo contrató, pero no contrató, pero sí contrató, financiada por grandes empresarios que admitieron, pero no admitieron, pero al fin no se sabe, para crear confusión sobre el plebiscito por la paz. Trump y su campaña han repartido tantos datos falsos que de cierta manera los hechos ya no cuentan.
Se trata de lo que expertos llaman ‘nihilismo numérico’, una estrategia política para desacreditar cualquier estadística o hecho que pudiera atravesarse en el camino a una elección o a un nombramiento en cargo público.
Trump representa un fenómeno singular y la perspectiva de que un hombre como ese, errático, vacío, cruel, intolerante, corrupto, mentiroso…, haya llegado tan cerca de convertirse en el presidente más poderoso del mundo es no solo alarmante sino un llamado de alerta sobre el funcionamiento de la democracia en el mundo.
Pero es que las encuestas, los expertos, los desmenuzadores de números también se equivocan. Recordemos la sorpresa con los resultados del plebiscito en Colombia y del ‘brexit’ en Gran Bretaña.
El triunfo de Hillary será un motivo de celebración mundial, pero el contaminado proceso de esta elección no debe ser olvidado porque, como tituló un reciente editorial del ‘Washington Post’, ‘Cuando los hechos no cuentan, ¿cómo puede sobrevivir la democracia?’
Las opiniones vertidas en el medio son de responsabilidad del autor.