Opinión

Línea imaginaria

Ab. María Auxiliadora Adum

mariuxiadum@gmail.com

 

Siempre he considerado que para el desarrollo eficaz de cualquier proyecto que emprendamos dentro de nuestra vida cotidiana debe de primar como denominador común, el orden. Más aún, si este proyecto trata sobre los bienes y servicios que como ciudadanos tenemos derecho a recibir por parte de una administración provincial o local,  por el simple hecho de nacer en un territorio determinado.

Actualmente, en nuestro país existen considerables divergencias limítrofes, catorce de ellas se generan en la provincia del Guayas (donde me inclino a enfocarme como guayasense que soy),  la que colinda con seis provincias más y que en su historia, su territorio ha sido mermado de 56.000 km2 que abarcaba originalmente, hasta los 17.300km2 que comprende en la actualidad; y, en este escenario, posee diferendos limítrofes en recintos cuyas poblaciones llegan a diez mil habitantes como es el caso de Matilde Esther, localizada en la línea imaginaria que divide Guayas con la hermana provincia de Los Ríos; o, el recinto Esperanza Alta cuya población llega a los 500 habitantes y que se encuentra ubicada en la línea imaginaria que divide Guayas con la hermana provincia de Bolívar.

Limitar o poner la casa en orden no tiene relación alguna con desunión nacional, más bien todo lo contrario; unión política es lo que ejemplifica Guayas y a su vez, a través de la Ley para la Fijación de Límites Territoriales Internos se busca garantizar el ejercicio de las competencia que se les asigna a cada Gobierno Autónomo Descentralizado, con el objeto de que una vez aclarados los conflictos limítrofes, la administración a la que le pertenece los territorios en disputa, pueda ejercer un  desarrollo eficaz a través de servicios públicos, que en muchos casos por estos conflictos, el ciudadano es el único perjudicado. Al resolver lo fundamental, se planifica y se clarifican los objetivos de la administración que tiene un norte y un límite.

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