LA LIBERTAD DE ELEGIR.
Luis Hidalgo Vernaza
Semanas atrás el mundo leía con cierto asombro la noticia de la muerte planeada de Brittany Maynard, joven mujer de 29 años que padecía de un cáncer incurable y que tomo la resolución de quitarse la vida tomando una serie de medicamentos, dando lugar a lo que se conoce como eutanasia.
Para poder cumplir con su deseo, Brittany se cambió de estado dentro de los Estados Unidos, en su caso al de Oregón, que es uno de los 3 que permiten lo que también se conoce como la muerte asistida. La decisión la toma como producto del diagnóstico médico que indicaba un grave tumor cerebral muy agresivo, al punto de que las perspectivas eran de unos pocos meses de vida, al margen de que su desarrollo implicaba fuertes dolores e incapacidades con limitaciones múltiples.
La planificación fue realizada por Brittany con mucho cuidado, al extremo de que creo un fondo para que las personas tomen conciencia de lo que es la eutanasia, así como lograr cristalizar una serie de deseos que hubiera querido realizar de haber tenido el tiempo necesario, todo esto en conjunto con su esposo con el que tenía poco tiempo de casada.
Al margen de las grabaciones que realizó antes de su muerte donde explica los motivos que la llevaron a tomar la dolorosa decisión, hizo una petición al congreso norteamericano para legalizar la eutanasia, tal como existe en otros países donde se la admite en casos extremos como el de ella.
No se debemos dejar de considerar dentro de esta temática que en el mundo seguirán apareciendo enfermedades de difícil curación. Ya hoy en día el ébola tiene una evolución que a puesto a los científicos en jaque, sin encontrar aun la cura, y se seguirán desarrollando virus y bacterias difíciles de combatir que causaran en los humanos muertes terribles.
No obstante lo indicado, el vaticano considera la muerte asistida como un “absurdo”. Un vocero de la santa sede manifestó: nosotros no juzgamos a las personas, pero el gesto en si hay que condenarlo.
El tema implica una polémica que tendrá aceptación en algunas personas y rechazo en otras. La pregunta es ¿cuál sería su decisión si el diagnostico fuera igual al que le dieron a Brittany? ¿Prevalecerían sus principios católicos- religiosos frente al dolor que tendría que soportar?
¿Debe haber la libertad de elegir?
¿Cómo se debe hacer para morir bien? no hay experiencia para ello; hay que improvisarlo, ¡y es tan difícil!
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