LA LEY DEL ABORTO
Psicóloga Miriam Florencia/ Guayaquil
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A través de la historia de la humanidad, el hombre siempre ha querido vivir actuando sin control y sin asumir las consecuencias de sus actos, por esta razón en el Monte Sinaí, Dios dispuso diez mandamientos o leyes para guiar el comportamiento de la humanidad de tal manera que su forma de conducirse esté regulada para bien y no para mal, ese es el propósito de la ley en todas partes del mundo, sin embargo, como en la actualidad muchas cosas están al revés, personas que no tienen temor de Dios quieren aprobar leyes para regular el asesinato revestido de aborto por violación.
El aborto sea cual fuere el motivo, excepto aquellos que son espontáneos, siempre va a constituir asesinato donde son tres básicamente las personas involucradas, la madre, el padre y el médico que lo practica y pudiera haber una cuarta parte involucrada que son los parientes que obligan a la madre a interrumpir el embarazo.
En este artículo no voy a exponer desde cuándo hay vida, pues tendría que hacer una tesis para apoyar lo que muchos quieren negar, y es que la vida existe desde el momento que se une un óvulo y un espermatozoide, sin embargo sí quiero enfatizar la tendencia que existe a apoyar y fomentar leyes que van en contra de la moral, de la familia y de la salud mental de quien se hace el aborto, pues psicológicamente practicarse un aborto trae con el tiempo sentimientos de culpa, ansiedad, insomnio e incluso se corre el riesgo de que sea mal practicado trayendo como consecuencia la posibilidad de no volver a concebir incluso la muerte. Es importante señalar que llevar a cabo un embarazo no deseado también trae afectaciones mentales a la madre, pero se ha comprobado científicamente que éstas son menores a cuando se practica el aborto.
Sin lugar a dudas hay mucho que analizar sobre este tema, pero solo uno debe llevarnos a meditar y es que Dios dijo “no matarás” y el aborto es quitarle la vida a un ser que no puede defenderse y que solo lo puede hacer a través de su madre, sin embargo es deplorable cuando su propia madre es quien se atribuye el derecho a quitársela.