Opinión

La isla de Providencia, el tesoro más escondido del Caribe

El color de su mar la hacen el lugar ideal ir a bucear. Guía para conocer este lugar mágico.

Desde el avión, esa mezcla de colores en el mar Caribe que en tierra jamás se ha visto, inevitablemente le quita el aliento. Se requieren dos horas de vuelo para llegar desde Bogotá a ese paraíso que es San Andrés.

El archipiélago, que componen tres islas (San Andrés, Providencia y Santa Catalina), es una tierra muy nuestra y al mismo tiempo muy independiente. A veces pareciera que esos 775 kilómetros que la separan de ese mapa que todos tenemos en la cabeza y que pocas veces incluye esos tres lunares hermosos, fueran más.

Viajar hasta allí es un paseo en el que se necesita visa. Sí, una visa. Una tarjeta de turismo exigida por las autoridades de San Andrés para hacer control de quienes entran y de quienes salen. Cuesta $ 104.700 y se debe pagar en el aeropuerto de origen. ¡No la pierda! Al salir del archipiélago se la volverán a pedir.

Nadie, excepto los isleños se pueden quedar más de tres meses en la isla y si uno lo piensa bien es una buena medida. Así se protegen los ecosistemas, la fauna y la flora, y se vigila que no haya sobrepoblación. Con una extensión de apenas 52 kilómetros en total, San Andrés, Providencia y Santa Catalina no podrían acoger a todo el que quede prendado de su encanto.

Recorrer San Andrés es relativamente fácil. Darle la vuelta a toda la isla puede llevarle unas dos horas y cuesta hasta 70 mil pesos en mototaxi, bus o carros particulares que dicen TAXI en letras mayúsculas. También puede alquilar por días carritos de golf, o mulitas como los llaman allí, por precios que van desde los 100 mil hasta los 150 mil pesos. Eso sí, tenga presente que este tipo de vehículos solo tiene permiso de circulación hasta las 6 de la tarde.

El mar manda en toda la isla. No solo en las imponentes imágenes que recrean el ojo, ni en sus atardeceres rosados ni en sus amaneceres color turquesa. También en la gastronomía que ofrece cangrejos, langostas, chipirones, mejillones, langostinos y el más típico de todos: el pescado rondón, un filete de pescado que lo acompañan con yuca, ñame, plátano, domplín (tortas de harina) y que se cocina con leche de coco.

Durante años fue un plato que solo comían los hombres, dicen los lugareños, porque les daba fuerza, pero para fortuna del paladar femenino, esa absurda regla ya no existe.

Obviamente todas las actividades son también acuáticas. Puede elegir, por ejemplo, ir a Johnny Cay, un parque regional ubicado en un islote al que solo puede llegar por lancha y en el que se encontrará con un agua cristalina. Es uno de los puntos más turísticos, lleno de restaurantes, piscinas naturales y formaciones de corales. El único problema es que viajar hasta ese cayo depende mucho del clima y, por razones de seguridad, una mínima lluvia puede cancelar toda la navegación.

Pero tranquilo. Si esto le sucede aún hay más cosas por ver. Por ejemplo, puede hacer un recorrido por la Cueva de Morgan, un complejo que agrupa el Museo del Coco, el Museo del Pirata y finalmente la gruta donde, según la leyenda, el famoso pirata Henry Morgan guardó el tesoro que le saqueó a los españoles.

Además, hay planes que desde 50 mil pesos por persona incluyen. Si es más extremo, existe otro punto del mar Caribe en el que los turistas, con esa misma regla del agua a la cintura, pueden nadar con cerca de 300 mantarrayas e incluso tocarlas. Ese tipo de tours finalizan con una visita con el manglar Old Point (Punto Viejo). Un santuario natural donde, todos los sanandresanos coinciden, se respira el aire más limpio de la isla.

“Respiren, respiren tranquilos y desintoxíquense de ese vaina de cemento, que el mar se lleve sus penas. Este manglar se llama rojo o trenzado y le puede dar casi todo lo que necesita. Pescados para alimentarse, iguanas para sorprenderse y ostras afrodisíacas… usted ya sabe para qué”, dice con jocosidad Howard, un chico de menos de 20 años que con propiedad le habla de la isla a varios turistas.

Recomendación importante: lleve calzado especial y, si tiene, su propia careta. Al llegar a cualquiera de los puntos se los exigirán. Cuestan 10 mil pesos cada uno si los quiere usados o hasta 25 mil pesos si quiere un equipo nuevo. Además, debe guardar sus elementos personales en lockers improvisados que cuidan personas de la zona y que cuestan otros 10 mil pesos.

Providencia, la joya de la corona
Pero si San Andrés es un paraíso, Providencia es una alucinación. Es un remanso, un cuadro pintado a mano por los dioses del Olimpo y algo de lo que quisiera no escribir solo para que siguiera siendo un lugar escondido y mágico.

Como aún no hay vuelos directos, es necesario partir de San Andrés para llegar (como si fuera una buena premonición) a El Embrujo, el aeropuerto de Providencia. Puede hacerse por catamarán (embarcación) por 280 mil pesos. El recorrido dura tres horas y puede hacer las reservas por internet en www.conocemosnavegando.com. Debe acatar unas recomendaciones especiales porque es altamente probable que el pasajero sufra mareo.

La otra opción es hacerlo por avión. El vuelo dura 25 minutos y se hace en avionetas Let- L 410, con capacidad para unas 20 personas. El costo podría estar entre los 200 mil y los 400 mil pesos, depende de la antelación con el que realice su reserva.

La aeronave alcanza los 4.500 metros y, aunque se siente bastante cualquier viento, prácticamente se olvida con la inmensidad y la intensidad de la vista aérea. En ese punto, de nuevo, le pedirán la tarjeta de turismo.

Cindy A. Morales
EL TIEMPO