La familia que no sabía quién era hasta que llegó el Covid-19
Fabio Mendoza
fabiomendozaobando@gmail.com>
Desde Costa Rica para La Nación de Guayaquil, Ecuador.
Creo que todos en algún momento de nuestra vida hemos expresado con sentimiento nostálgico que tenemos una asignatura pendiente y que por una u otra razón no hemos podido hacer realidad. Nos estamos lamentando del por qué no hice aquello que tanto me gustaba, otros son más esforzados y se atreven convencidos de que en esta vida todo es realizable. Están aquellos que buscan lo poco de tiempo que les queda después de las ocupaciones cotidianas para dedicarse a ponerse al día y hacer lo que les hace falta realizar. Una vez escuché a una señora de más de sesenta años decir: desde que era niña tenía el sueño de inscribirme en una academia de baile de música folclórica y ser una bailarina, su nieto estaba cerca y le escuchó, de inmediato le contestó: la edad no es un límite abuela para convertirte en una bailarina exitosa, tienes todo el tiempo para hacerlo.
Son pocos los que han dicho que no tienen una asignatura pendiente en el recorrido por la vida, lo dan a conocer sin pudor alguno. Es frecuente escuchar frases como las siguientes: a mí me gustaba pintar cuando era niño, a mí me gustaba cantar antes de salir del colegio, a mí me gustaba escribir poesía cuando era adolescente, a mí me gustaba dibujar caricaturas de animales en mi niñez, pero esto solo son recuerdos que pareciera que nunca volverán a ser retomados.
El tiempo y algunas circunstancias de peso a veces se encargan de ubicarnos otra vez en nuestros inicios y nos encuentran cabalgando una caja de sueños que se quedaron encerrados con la importancia de ser irrealizables. Nos trae de regreso a aquellos sueños y anhelos que se quedaron en la conformidad del olvido. De pronto nos encontramos con lo que siempre he soñado cara a cara y que se puedo alcanzar con las manos, es como volver a vivir y entramos a un estado reconfortante.
La familia Jarquín Duarte está integrada por cuatro miembros y la empleada que ellos la han agregada como una más de su familia. Doña Letty, administradora de empresa (el gran sueño pendiente de ella era aprender a hacer pasteles), Don Samuel un exitosísimo empresario privado, (lo que siempre le gustó fue que de cualquier objeto reciclado hacia arte) Esther, estudia el último año de la carrera de Derecho (su sueño de niña era pintar atardeceres románticos) y Samuel Antonio que termina una maestría en arquitectura en una universidad privada ( lo que de niño era su pasión dibujar caricaturas de animales silvestres).
Cuando el gobierno anuncia las estrictas medidas de prevención del coronavirus, fue como que les cayó un balde de agua fría a toda a aquella familia económicamente estable. Lo primero que pensaron fue qué harían encerrados en casa cuando estaban acostumbrados a pasarla fuera todos los días, a veces se miraban para el desayuno y otras los fines de semana cuando iban a la playa y cuando celebraban sus respectivos cumpleaños. Entrar en cuarentena los puso a todos y al instante de mal humor, empezaron a sentir estrés, aburrimiento lo que les llevó a pensar que lo mejor que podían hacer era no acatar las indicaciones del Ministerio de Salud del País, seguir haciendo lo que hacían, para ellos era como estar encarcelados sin haber cometido ningún delito.
Una mañana de domingo María sirve el desayuno y les comunica que pueden acercarse a la mesa, cuando todos se sentaron en sus asientos el ambiente se volvió tenso y un espeso silencio envuelve el lugar y verles la cara era como si había ocurrido una tragedia.
Mientras se miraban unos a otros, la eficiente María rompe el hielo y les preguntó a cada uno qué cosa en sus vidas se quedó en el olvido y han querido hacerlo siempre. Al escuchar esas palabras de María trataron de ignorarla y después de unos minutos no les quedó más que reaccionar, y dijeron cada uno el sueño atascado en el olvido. El ambiente se transformó en un oasis de alegría. Eso hacía falta, mandaron a comprar cada quien lo que necesitaban. Mientras las universidades se abren, las empresas vuelven a la normalidad, la familia con una actitud jubilosa están realizados, por hacer aquellas cosas que les hacía falta para completar sus vidas.
El arte es un aliciente frescor en tiempos de crisis. Lo que vivimos va a pasar y han florecidos obras que dejarán un aroma perdurable a la posteridad.