Opinión

La familia el mejor regalo

María Verónica Vernaza G./Guayaquil

Ya entramos en la época más hermosa de todas: el adviento. Tiempo litúrgico que pretende ser un tiempo de espera y de preparación para encontrarnos con el Niño Jesús, un Dios encarnado que toma naturaleza humana, eligiendo como padres una sencilla mujer y un humilde carpintero.

Sabemos por los textos dejados por los evangelistas que Jesús tenía parientes como Juan el Bautista, que tuvo momentos de alegría y de tristeza, que amó a sus amigos y uno de ellos lo traicionó. Vivió y creció dentro de una pequeña comunidad que fue su respaldo seguro y su punto de apoyo hasta el momento de su vida pública, valorando el mejor regalo que tenemos todos: la familia.

La Santísima Trinidad es una comunidad de amor, y el ser humano, siendo imagen y semejanza de su Creador, también está llamado a vivir en comunidad a través de una familia constituida por un padre y una madre. No podemos explicar cómo Dios nos ama, porque nadie lo ha visto, pero podemos explicar el amor que Dios nos tiene a través de nuestra experiencia en el amor humano, y esa primera experiencia es a través de la familia.

La comunidad de amor por excelencia, establecida desde el inicio como entrega mutua entre varón y mujer, es la familia. El amor se aprende en casa, y como hijos, la primera enseñanza del amor es viendo a nuestros padres. Sus actitudes, sus gestos, sus palabras, el trato entre ambos serán decisivos a la hora buscar una pareja. Ese amor que se dona mutuamente, diariamente y desinteresadamente, es el reflejo del amor inmenso que Dios nos tiene. En forma sensible -es decir a través de los sentidos- y a través de las acciones cotidianas, el hombre y la mujer se entregan el uno al otro.

El Niño Jesús también quiso conocer las gracias infinitas que se dan dentro de un hogar, por eso creció en uno, con la figura de San José como su padre putativo y la imagen materna de María Santísima. Todos nosotros sentimos una gran alegría de saber que pertenecemos a un grupo donde se nos quiere y se nos protege a pesar de nuestras incompetencias y errores. Somos amados porque sí.

Hoy, esta institución -célula fundamental de la sociedad- está siendo atacada por todos los frentes, debemos unir fuerzas y levantarnos para rescatar los valores y principios del hogar cristiano. Es aquí donde se conforman seres humanos responsables, íntegros y sobre todo vocaciones religiosas y sacerdotales que tanto necesitamos. ¡No dejemos que una minoría atente contra lo más sagrado que tenemos, el hermoso regalo de la familia, pensado por Dios desde el inicio!