La dictadura venezolana
Ronal F. Rodríguez
Diario El Espectador de Colombia
A mediados del siglo pasado, cuando en América Latina se imponían los regímenes dictatoriales, Venezuela vivía en democracia. Hoy, las cosas han cambiado y, mientras la democracia se ha impuesto en la mayoría del continente, es la “República Bolivariana” la que retrocede en dirección a la dictadura.
La semana pasada, el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, calificaba al presidente Nicolás Maduro como un dictador, después de que el mandatario entregó el presupuesto de la nación al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), al pasar por encima de la competencia del poder legislativo. Pero sería el pasado jueves 20 de octubre, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) suspendió el proceso de recolección de firmas para el referendo revocatorio contra el mandatario, cuando la oposición en pleno declaró que se implantó la dictadura.
Las credenciales democráticas del chavismo siempre generaron dudas: la concentración de poderes, la falta de controles, la difusa diferencia entre líder, proyecto político, partido, gobierno y Estado y el uso discrecional de los recursos del país hacían la democracia venezolana frágil y cuestionable. No obstante, el apoyo electoral siempre fue la carta que Hugo Chávez esgrimió para hacer a un lado los cuestionamientos.
Clasificar lo que sucedía en Venezuela como dictadura o democracia resultaba difícil. El país gobernado por Chávez no era propiamente una democracia, pero tampoco una dictadura. La existencia de una oposición con posibilidad de competir electoralmente, a pesar de los desequilibrios, la convertían en una especie de autoritarismo moderado.
Pero el panorama ha cambiado con la desaparición de Chávez. El argumento electoral no ha favorecido al oficialismo en las tres últimas citas electorales: la apretada victoria de Maduro en las elecciones presidenciales de 2013 con una diferencia de apenas 223.599 votos; la pírrica victoria en las elecciones locales y, finalmente, la derrota del pasado 6 de diciembre de 2015 en las elecciones de Asamblea Nacional, en la cual la oposición obtuvo la mayoría en el poder legislativo.
Sin el argumento electoral y con el aumento en la instrumentalización de los poderes públicos, particularmente el judicial, la oposición no ha dudado en calificar a Maduro como un dictador. La dictadura es un tipo de sistema político en el cual se arguye una situación excepcional que demanda medidas extraordinarias para construir o reconstruir un orden político y en el cual se requiere la concentración de poderes en las manos de un líder o de un grupo reducido de personas para tal fin.
Se preocupa por mantener ciertos niveles formales de institucionalidad, argumentando interpretaciones jurídicas y políticas que justifican la supremacía del líder o el grupo en el poder; no obstante, las reglas de duración y sucesión en el poder se hacen difusas y la duración efectiva, indefinida.
El elemento fundamental de las dictaduras es el monopolio de la violencia y el uso discrecional de los instrumentos de coerción. Los herederos del chavismo no tienen el monopolio de la violencia, pues la delincuencia organizada se ha desbordado y el país vive aterrorizado por la inseguridad.
Si bien algunos de los factores como los denominados “colectivos” están relacionados con el gobierno, la verdad es que el fenómeno no es controlado. También hay que reseñar que, a pesar de la violación de derechos políticos y económicos contra los detractores, y con todo y los presos políticos, el chavismo dista mucho de las violaciones de derechos humanos de las otrora dictaduras militares.
Venezuela abrió el sendero de la democracia en el siglo pasado pero sus coqueteos con las medidas dictatoriales alarman a un continente donde la democracia no ha logrado consolidarse.
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