El joven que cuenta cómo es vivir y tener citas con un herpes genital
Yo no soy religioso y me describiría como ateo, pero cuando a los 21 años empecé a sentir irritación alrededor de mi pene debí de rezar unas 50 veces al día para que fuera cualquier cosa menos un herpes.
Sentí muchísima vergüenza y creo que eso se debe al hecho de que nadie habla sobre este tema: es raro además que tenga tanto estigma dado que dos tercios de la población mundial por debajo de los 50 años tiene el tipo de herpes HSV-1.
Esta variedad del virus normalmente se manifiesta como un herpes labial, también conocido como un fuego o calenturón, pero se puede pasar a los genitales por contacto con la piel.
Antes de tener el diagnóstico oficial busqué en google mis síntomas y eso me dio mucho miedo.
De acuerdo con mi investigación en internet me autodiagnostiqué herpes. Y al leer foros y artículos con información errada pensé que sería el final de mi vida.
Leí que era incurable y que podría tener brotes regularmente.
Eso me hizo pensar que nadie querría acostarse conmigo nunca más.
Todo el proceso previo al diagnóstico fue aterrador: me costaba dormir después de leer compulsivamente artículos en internet, y más tarde me despertaba de repente en un estado de pánico.
Buscando apoyo
Después de investigar en internet encontré un grupo de apoyo para gente con herpes genital, y fue entonces cuando empecé a entender realmente qué implica este diagnóstico.
Y descubrí que no era tan malo como pensaba.
Normalmente solo tienes un brote al año, como mucho.
Así que reuní valor para ir a una cita con una chica a la que había conocido saliendo por la noche.
Nos vimos un par de veces pero no me atreví a sacar el tema y cuando un día me invitó a entrar después de besarnos a la puerta de su casa me fui, me daba miedo hablar de eso.
Al día siguiente llamé desesperado a una línea telefónica de apoyo buscando ayuda y me dijeron que debía decírselo antes de tener otra cita.
Así que la llamé y la invité a una cita en mi casa. Ese día no podía dejar de pensar en el tema y sentía náuseas de los nervios.
Y ahí se lo conté, mientras estábamos sentados en el sofá, mirando al suelo todo el tiempo. Cuando levanté la cabeza se rió de mi por haber estado tan preocupado y me besó.
La vida sexual después del diagnóstico
Desde entonces he salido con unas cinco chicas. No tuve relaciones sexuales con todas ellas y creo que ese es uno de los aspectos positivos de toda esta experiencia, que mi actitud hacia las relaciones ha cambiado y ahora tengo experiencias más significativas.
La razón es que si salgo con alguien y veo que es posible que tengamos sexo en algún momento, le digo que tengo HSV-2. Pero solo quiero dar ese paso con alguien que realmente me gusta y en quien puedo confiar.
Hasta ahora nadie pareció haberse echado atrás por el HSV-2.
Pero sí es cierto que no he intentado salir con amigas de amigos por miedo a que todos lo sepan.
Todavía me estoy acostumbrando al estigma, pero me han sorprendido positivamente las reacciones de la gente a la que se lo he contado.
Hasta salí con una mujer que me dijo que ella también tenía un fuego o calenturón «allí abajo» y se alegró mucho de que yo sacara el tema porque a ella le daba vergüenza.
Cuando le conté a algunos amigos que tenía herpes genital, el tercero me dijo «yo también», así que supe que no era el único.
BBC