JosA� MarA�a Velasco Ibarra en el recuerdo de Buenos Aires (PARTE III)
Recordando la historia que la juventud no conoce
A?CA?mo fueron los A?ltimos aA�os de Velasco en Argentina?
Estaba viviendo en Alemania cuando leA� en el diario la caA�da del quinto velasquismo. Seis meses despuA�s volvA� a Buenos Aires y retomA� los rituales de almuerzos y cenas. Su vida transcurrA�a tranquila, aunque la Argentina no estaba nada tranquila en esos aA�os. Velasco y Corina vuelven en 1972: estaba Lanusse, luego se convocan las elecciones de 1973 que gana CA?mpora, vuelve PerA?n, el tiroteo y los muertos en Ezeiza, a las semanas la renuncia de CA?mpora, interinato de Lastiri, PerA?n presidente, la ruptura con Montoneros, la muerte de PerA?n, el gobierno de Isabel y el golpe genocida de 1976. Fueron aA�os pesados y sangrientos, ojalA? que nuestro pueblo no vuelva a pasar por eso jamA?s.
A?Velasco admiraba a PerA?n?
Era algo ambivalente. Admiraba al peronismo, a la reivindicaciA?n de los trabajadores, al pueblo peronista, a Eva PerA?n, Evita, pero no a PerA?n. Creo que eran dos modelos de caudillo muy diferentes, no solo de pueblos, sino quizA?s incluso de A�poca. Alguien escribiA? una biografA�a de Velasco definiA�ndolo como un caudillo A�romA?nticoA�, tenA�a algo de nuestro HipA?lito Yrigoyen, preferA�a orientarse por A�principios infinitosA�, si aceptamos el sentido que Abbagnano da a la expresiA?n A�romA?nticoA�. PerA?n era diferente, era un lA�der de posguerra, mucho mA?s pragmA?tico. No carecA�a de principios, pero se orientaba mA?s por la coyuntura, un verdadero estratega. Eran simplemente diferentes y no podA�an simpatizar mucho entre ellos. Pero Velasco tenA�a una profunda admiraciA?n por el pueblo peronista, casi dirA�a que envidiaba a PerA?n, que era lo que alguna vez me sugiriA? Salvador Ferla tomando un cafA� en una esquina despuA�s de un almuerzo en casa de Velasco: A�A?CA?mo puede haber envidia incluso entre los grandes!A�, se asombraba Ferla, con su sonrisa un poco tristona pero bonachona.
Obviamente, cuando comenzaron a circular las invenciones de fabulosos negociados en el gobierno de Isabel, que es la tA?ctica de siempre de los gorilas golpistas, que convierten lo desprolijo en corrupto, mostrA?ndose como los a�?impolutosa�� para hacerse del poder e instalar una corrupciA?n sistA�mica que deja hipotecada la naciA?n, allA� Velasco se puso peor frente a todo lo que rodeaba a Isabel.
Sin embargo, hubo un episodio curioso. Un sA?bado al mediodA�a habA�a venido a visitarlo el Dr. Araujo Hidalgo, antiguo colaborador de Velasco, y en cierto momento le dijo que en era A�l quien tenA�a la culpa de Isabel, lo que lo sorprendiA? muchA�simo. Araujo explicA? que una vez una seA�ora se metiA? en el despacho de Velasco y le dijo que necesitaba un pasaje a PanamA?, porque querA�a estar con el General PerA?n para darle su apoyo y fuerza. Velasco se sorprendiA? y al fin le indicA? a Araujo que buscase algA?n pasaje de cortesA�a y se lo diese, y asA� fue como la seA�ora partiA? para PanamA?. SegA?n Araujo, esa seA�ora era Isabel, lo que es posible, aunque no coincide con otras versiones de nuestros historiadores.
A?Visitaban muchos ecuatorianos a Velasco?
En los A?ltimos aA�os venA�an con mA?s frecuencia, pero no era el caso de Araujo. Los que venA�an lo hacA�an para tentar a Velasco a volver a ser candidato a medida que la Junta se iba desgastando y debA�a convocar a elecciones, en las que finalmente fue electo el pobre RoldA?s. Lo cierto es que esas visitas me agrandan la imagen de Velasco. Por regla general, en algA?n momento nos parA?bamos para irnos, y Velasco despedA�a a los ecuatorianos que venA�an a tentarlo y nos hacA�a quedar al resto. Algunas veces se lo vio realmente enojado, indignado despuA�s de que se marcharan los visitantes, porque afirmaba que ellos sabA�an que con 85 aA�os no podA�a volver a gobernar y solo buscaban su nombre para ponerlo al frente de un gobierno condenado al fracaso, pero en el que podrA�an medrar.
Al contrario de la mayorA�a de las personas que con los aA�os se van considerando imprescindibles, Velasco entendA�a sus limitaciones, con perfecta lucidez se hacA�a cargo de su incapacidad etaria para lo que le proponA�an.
Eso a pesar de su extraordinaria salud. Un dA�a en 1975, descubrieron que un riA�A?n no le funcionaba desde hacA�a tiempo y se habA�a infectado y era necesario extirparlo. Nos preocupamos todos por la intervenciA?n quirA?rgica, pero saliA? bien. A los tres dA�as Velasco apareciA? en mi despacho en tribunales no solo para mi asombro sino para mi pA?nico, lo A?nico que le dolA�a era una pierna, porque le habA�an rozado el ciA?tico con una inyecciA?n.
Vallejo habla del desmontaje del departamento de Bulnes. A?QuA� hubo de cierto?
En realidad, le habA�a advertido al doctor Velasco que la indemnizaciA?n por la muerte de doA�a Corina la pagarA�a el seguro de la empresa, por lo que era conveniente litigarla y luego donarla a alguna obra en memoria de su seA�ora. Me habA�a dado un poder especial para eso y general para administrar, aunque no habA�a nada que administrar. La biblioteca y algunos objetos de valor se los habA�an llevado a Quito, otros habA�an quedado en manos del yerno del dueA�o del edificio, el seA�or Velasco a quien menciona Vallejo, y quedaban los muebles. Obviamente el fallecimiento de Velasco al poco tiempo impidiA? que cobrase la indemnizaciA?n, pues, como dije, no hubo sucesiA?n, el poder solo me sirviA? para devolverle la lA�nea telefA?nica al propietario del departamento, y los muebles fueron llevados a una habitaciA?n que tenA�a en la parte inferior de la casa en que vivA�a entonces, en el barrio de Caballito. AllA� permanecieron cerca de un aA�o, hasta que Jaime Acosta Espinosa logrA? llevarlos a Quito. Los otros objetos se los devolvieron a la familia. AsA� se fueron de aquA� las A?ltimas cosas que acompaA�aron a Velasco despuA�s del quinto velasquismo. Es verdad que desmontamos el mobiliario del departamento para llevarlo a mi casa, hasta que lo pudieron trasladar a Quito. La licencia literaria de Vallejo estA? en lo del almanaque y el viento, lo demA?s es cierto.
En verdad, cuando contemplA� desmontado el mobiliario, me di cuenta de que era modestA�simo, solo que el buen gusto y la habilidad de doA�a Corina lograba disimularlo dA?ndole un seA�orA�o particular. La biblioteca, que fue lo A?nico que no enviamos a Quito, porque no tenA�a sentido hacerlo, eran simples estantes de madera pintados, como una biblioteca de casa de estudiantes. Que nunca se olviden estas cosas, son importantes para alimentar los grandes mitos que hacen a un pueblo y consolidan una naciA?n.
A?Hay algo mA?s de importancia que recuerde de Velasco?
Vale la pena recordar la A?ltima noche de Velasco en Buenos Aires, su A?ltimo atardecer en el departamento de Bulnes. Estaba sentado en el recibidor, en su sillA?n de siempre, con un gesto de agotamiento totalmente extraA�o en A�l. En sillas estA?bamos unos seis amigos del grupo. CaA�a lentamente esa tarde de verano porteA�o, la casa estaba tan deprimida como todos, en plena tarea de embalaje de cosas, y de pronto nos mira y dice: A�AquA� dejo a mis verdaderos amigosA�, y acto seguido nos fue mirando a cada uno de nosotros y diciendo con detalles todas las pequeA�as atenciones que habA�amos tenido para A�l, recordando esas pequeA�as cosas que uno puede tener para un amigo, insignificantes para nosotros, que las hacemos y olvidamos por obvias. Una perfecta y completa contabilidad de atenciones casi banales. AllA� caA� en cuenta de la tremenda soledad del lA�der, que registraba con precisiA?n estadA�stica en su memoria todos los gestos de afecto de quienes no tenA�amos ningA?n interA�s en obtener nada, de quienes solo procedA�amos por afecto. Soledad profunda de un conductor, impresionante en quien llenA? cuatro dA�cadas de la historia de su paA�s y en cinco ocasiones ejerciA? la presidencia. Cuando veA�a al Velasco Ibarra gigante en el balcA?n estatuario, o cuando lo encontraba en esa esquina de Quito, en un busto con los otros tres grandes de su historia nacional, sentA�a culpa ante el temor de que se perdiesen estos recuerdos a��banales pero que enriquecen el mitoa�� del Velasco Ibarra exiliado en la Argentina. (Tomado deA�cartonpiedraA�, revista El Telegrafo)