Experiencia compartida
Claudio Campos
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@claudioncampos
Con miradas de asombro mi familia y yo aceptamos aquel momento como natural más allá que las circunstancias no eran normales. El día anterior habían comenzado mis vacaciones y como siempre el destino deseado era mi casa paterna. Abrazos interminables y diferentes charlas que quedaban agendadas para darles profundidad en otro momento decoraron las primeras horas. El silencio reinante de la mañana siguiente fue interrumpido por el grito de mi madre indicándome que tenía una llamada importante.
Mi imaginación nunca sospecho que luego de colgar ese teléfono comenzaría un periplo lleno de aventura desafiando mi destino. Noche buena estaba cerca pero la decisión me puso arriba de varios aviones inmediatamente para resolver mi situación contractual e ir en busca de otro objetivo. El consuelo fue al menos cenar, brindar en familia y el 25 de diciembre luego de tres días frenéticos iniciar con expectativas difusas quizás la experiencia más enriquecedora que había tenido hasta ese momento. Diecinueve horas demoré en llegar al destino, la nieve reinante y caras diferentes cargadas de miradas profundas acompañaron mi cansancio y confusión. El balón rodó y con él todo mi entusiasmo que se alimentó de la grandiosa oportunidad y creció con dificultades que con el correr de los meses tuvo recompensa. Al minuto 29 del primero tiempo la jugada fue confusa, trabada y fea lo que desemboco en mi gol poco estético pero gol al fin, desatando y produciendo una locura masiva llena de energía que aún percibo en mi piel.
La felicidad desbordó a todos con el silbatazo final consiguiendo el campeonato tan anhelado; llantos y agradecimientos en otro idioma no impidieron que mi primer deseo fuera pedir desesperado un teléfono y llamar a mi familia en medio de esa algarabía para agradecerles y compartir lo que estaba viviendo, porque el triunfo en gran parte también era de ellos.
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