Emprendedor mexicano convierte semilla de aguacate en bioplástico
México es el principal productor de aguacate así como el primer lugar en exportaciones y en consumo per cápita (6.8kg) de esta fruta en el mundo, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Sin embargo, el aguacate no sólo sirve para hacer guacamole. Como descubrió Scott Munguia en 2011, también se puede aprovechar su semilla para producir bioplástico.
La idea provino de un artículo que el joven leyó en una revista científica, que debatía sobre la utilización de alimentos, como el maíz, para hacer bioplástico. El problema, según la publicación, era que mientras el producto final pretendía ser verde y ayudar al ambiente, al mismo tiempo estaba quitando una fuente de alimento, escaso en ciertas partes del mundo, para ser producido. Investigando más sobre el tema, Scott (quien entonces estudiaba Ingeniería Química en el Tec de Monterrey, en Nuevo León) descubrió que el biopolímero del maíz era muy similar al que existía en la semilla del aguacate y con esta teoría, se metió al laboratorio para experimentar y hacer pruebas.
La oportunidad era enorme: en el país, las empresas agroindustriales que producen aguacate para hacer guacamoles, salsas y aceites, desechan mensualmente 30 mil 700 toneladas de semilla. Esto significa que hay tanta materia prima (desperdiciada) como para satisfacer cerca del 20% de la demanda global de bioplástico. “Si se lograba, utilizaríamos un desperdicio que no compite con fuentes de alimento, lo que le daría un mayor valor de sustentabilidad al bioplástico”, explica el emprendedor.
Del laboratorio al anaquel
Luego de seis meses de pruebas de factibilidad técnica y seis más para hacer el escalamiento industrial que se tradujo en un modelo comercial viable, surgió en noviembre de 2012 Biofase, marca bajo la cual Scott –junto a su hermano y socio Jason, quien se desempeña como director de Finanzas– comercializa bioplástico a partir de hueso de aguacate.
Este descubrimiento, único en el mundo, cuenta con una patente mexicana y una internacional en proceso, además de múltiples reconocimientos en su haber, entre los que destacan el Premio Innovadores menores de 35 del MIT Technology Review, el Premio a la Innovación Tecnológica del Cleantech Challenge, y el Premio Santander a la Innovación Empresarial, mismos que ayudaron a los hermanos Munguía a capitalizar la empresa. Además, recientemente obtuvo el primer lugar en la quinta edición del Cleantech Challenge México 2014 y el Premio Banamex a la Empresa Sustentable por ser la empresa de mayor impacto social, económico y ambiental que ha participado en el concurso.
Su modelo de negocios, ideado en la incubadora de su universidad, se basaba en la venta de la resina a distribuidores para que ellos a su vez la transformaran en producto final como platos, charolas, bolsas, envases, etc. Así, consiguieron aliarse con empresas como Biodepack en el Estado de México y Packgreen en Guadalajara, entre otros, de manera que al día de hoy tienen canales de distribución que les permiten llegar a toda la República Mexicana.
Este mismo modelo los llevó este año a exportar sus resinas a Guatemala por medio de Logicomer, un distribuidor de aquel país quien a su vez comercializa en todo Centroamérica de manera exclusiva.
Aunque este camino funcionó los primeros años, desde junio de 2014 Scott y su hermano transformaron su modelo para incursionar con la producción propia de cubiertos biodegradables, para lo cual destinan no más del 10% de su capacidad productiva, que ronda las 40 a 60 toneladas de bioplástico mensual.
Esta nueva línea de negocio ya se puede adquirir en supermercados en Monterrey, Guadalajara, Morelia, Estado de México y Distrito Federal, y tiene entre sus clientes al Tec de Monterrey, la cadena hotelera Fiesta Americana, y varias cafeterías en Guadalajara.
La empresa trabaja con dos proveedoras, más bien un tema de logística para protegerse ante cualquier inconveniente que por una cuestión de abastecimiento. “Utilizamos aproximadamente 1.2k de semilla para producir 1k de bioplástico. Con el desecho de un día de una empresa (de 60 toneladas), cubrimos la totalidad de nuestra capacidad productiva mensual”, dice Scott.
Lo mejor es que esta semilla es económica. De hecho, lo que Biofase utiliza para operar no le significa ningún costo ya que representa una solución a las proveedoras que normalmente tienen que pagar por deshacerse del hueso, pues les ahorra ese costo de gestión.
Más que dormirse en sus laureles, el hecho de tener materia prima de más es un reto para los emprendedores. Por ello, ya planean la inauguración para finales de 2015 de una nueva planta en Michoacán (mayor productor del país), misma que les permitirá aumentar su capacidad para llegar a 400k de bioplástico por hora. Con este paso, la mira de la exportación se apuntará a Estados Unidos, el mayor mercado mundial de bioplástico, donde el 9% de todo el plástico que se utiliza es de este tipo.