El mundo ya no será el mismo. Más Estado batllista para la salida de la crisis
Escrito por Tabaré Viera – Uruguay
En estos días todos hemos oído y leído muchísimo –casi hasta el hartazgo– sobre la situación de crisis sanitaria inédita que vive el mundo y en particular nuestro país. Sobreabunda la información en las redes sociales, “memes” y lamentablemente también mucha desinformación; en los medios informativos tradicionales de radio y televisión, larguísimos programas comentan diariamente la situación, los noticieros ya son de dos horas de duración y varios especiales proponen entretenimiento para quienes realizan la cuarentena voluntaria y permanecen en sus hogares.
Hasta el momento se va logrando “aplanar” la famosa curva en la gráfica de diseminación del virus; el aislamiento físico –prefiero llamarlo así y no aislamiento social– ha ido permitiendo preparar al sistema nacional de salud uruguayo para la pandemia y no colapsar con los escasos recursos heredados. Debemos recordar que la epidemia comenzó en China a mediados de diciembre, se expandió por Europa y de allí cruzó a América y, a modo de ejemplo de la ineficacia y desidia del gobierno del FA saliente, el 1 de marzo el nuevo gobierno encontró tan solo cien kits de diagnósticos para Coronavirus en el país, además de escasísimos respiradores, que son el gran cuello de botella para la salvación de vidas en un avance exponencial de la enfermedad.
Soluciones desde el Estado
No hay dudas, el joven gobierno encabezados por el joven presidente Luis Lacalle se hizo cargo de la urgencia de salud y de sus consecuencias. Tomó las medidas que había que tomar, pese a no estar aún ni siquiera totalmente conformada la novel Administración en sus diferentes Organismos. Primero la emergencia, el presente, y en ella concomitantemente al tema sanitario tenemos la dimensión no menos humana de la crisis económica, laboral y social ya presente también en nuestro país.
Las medidas, con gran sacrificio, han sido aportes desde el Estado como no podría ser de otra manera: flexibilización y ampliación del Seguro de Desempleo, tratando de aliviar a los generadores de trabajo hoy con limitadísima actividad, pero fundamentalmente tratando de mitigar la pérdida de empleos; medidas fiscales que atienden a monotributistas y empresas que aportan por el llamado Literal E; ampliación de montos en tarjetas Mides para la franja más pobre del país e instrumentación de canastas de alimentos para la segunda franja de compatriotas en situación de pobreza extrema, son algunas de ellas; además de la atención de los Gobiernos Departamentales y Municipales con hogares transitorios y comedores que han elevado hasta un 500% el número de comidas servidas diariamente.
Seguramente este es apenas el comienzo; debemos hacernos a la idea de que la crisis en los próximos días, y ya entrado el invierno, con la paralización de la economía mundial, va a exigir nuevas medidas sociales que requerirán mayores sacrificios del erario, postergando inversiones y planes de gobierno que no sean atender la nueva coyuntura.
Sin dudas que es destacable una vez más la solidaridad del pueblo oriental. Empresas; vastos sectores de la actividad agropecuaria; ONG; vecinos organizados y ciudadanos individuales han sumado sus esfuerzos donando materiales médicos, alimentos y hasta sosteniendo ollas populares. Así es nuestro pueblo, salvo pocas excepciones que no vale la pena considerar hoy pues han fracasado por el momento en su intento disolvente.
El mundo ya no será el mismo
Pero lo peor está por venir. No tengo dudas que la emergencia es muy difícil, pero habrá un día después; un día, espero no muy lejano, en que habremos superado la pandemia del Covid-19. Probablemente ese día contaremos los fallecidos por decenas o cientos y será muy triste, pero igualmente grave será la pérdida de miles de empleos, el cierre de cientos o miles de fuentes laborales que ya no volverán a abrir, la desnudez de una realidad maquillada durante años cuando se nos decía a los uruguayos que prácticamente había desaparecido la pobreza y que la formalidad en el trabajo era la de un país desarrollado. Bastó un contratiempo para demostrar que esa era una fantasía.
Ese día será el que una vez más el Estado tendrá que actuar no solamente administrando una crisis, no solo asistiendo una emergencia, será el día en que el Estado deberá reorganizar los servicios públicos, tendrá que tener los planes listos para la recuperación del país y de la vida de los ciudadanos y transmitir la orientación exacta para la imprescindible acción de los actores privados.
Tendrá que ocuparse efectivamente desde la recuperación de las clases perdidas en el sistema educativo nacional, pasando por la seguridad pública, un tema candente teniendo en cuenta además que en épocas difíciles suelen presentarse acciones delictivas travestidas de manifestaciones o explosiones sociales, como lo hemos visto en Chile por ejemplo; también de continuar con la asistencia a los trabajadores y sobre todo de los cientos de miles de uruguayos que no revisten en la formalidad; terminando por supuesto con las estrategias de desarrollo económico que requerirán de políticas sectoriales que estimulen la inversión. Ellas deberán incluir estímulos fiscales, fuentes de financiamiento y aperturas de mercados que también estarán en crisis.
Para bien o para mal el mundo y el Uruguay ya no volverán a ser los mismos, muchas cosas habrán desaparecido para siempre y otras nuevas habrán llegado para quedarse. El trabajo en casa o teletrabajo, así como la teleeducación será un proceso, que ya iniciado, se habrá acelerado y creo que para bien de las personas, fundamentalmente de las que residen en zonas alejadas del interior del país. El mundo estará más integrado y con ellos habrá nuevas amenazas pero también bienvenidas oportunidades.
Pero recordemos siempre esta lección: en momentos de dificultades extremas, de organización de la sociedad, de atención a las equidades y derechos esenciales, es al Estado al que se acude y del que se reclama. No es el capital solo, el libre mercado puro el que resuelve las emergencias en forma eficiente y sobre todo humana. Todos piden por el Estado, mejor, por un estado batllista que asegure las libertades y todos los valores universales, con la adecuada presencia de un Estado que no ahogue la iniciativa privada, pero asegure la equidad y las atención de las necesidades básicas de la ciudadanía.
Esa tradición batllista, indeleblemente presente en el ADN de los uruguayos más allá de los Partidos Políticos, alienta la esperanza y la fe en que habrá para todos los uruguayos un futuro mejor y próspero.