El final del presidente Lasso
Por Jorge A. Gallardo Moscoso/ Guayaquil.
Ni siquiera se ha posesionado y yo ya estoy hablando del final de su mandato, en el 2025. Al fin y al cabo, creo, ese momento es el más importante de todos.
Cada uno de sus actos gubernamentales irá colocándose en el expediente. No todos, por supuesto, serán acertados, tantos deberán ser corregidos, otros necesitarán eliminarse, cuantos requerirán disculparse. Sólo la vida divina es perfecta. El gobernante, humano e imperfecto, incurrirá en errores, pero su obligación es procurar que los aciertos pesen mucho, muchísimo más.
Por eso, los ecuatorianos expectantes y esperanzados, tras casi 15 años de desgobierno, de irrespeto a las libertades en todas sus formas, de aislamiento del mundo del desarrollo, de alianzas con regímenes fracasados, de políticas económicas y financieras desastrosas, de injerencia en los poderes estatales, de inseguridad jurídica y ciudadana, de salvaje corrupción, quieren un gobierno diferente a todo eso y, precisamente, por aquello votó por usted señor Lasso.
Día a día gobernando por el bien común, de la mano de Dios –a quien agradeció primero-, con el concurso del pueblo, en medio de la unidad nacional –como se ha comprometido-, usted asegurará un final para el aplauso y el reconocimiento. Sí, porque al final, constataremos –o no- que lideró un gobierno honorable y exitoso, donde los intereses personales y particulares jamás se pusieron por delante de los beneficios de todos los ecuatorianos.
Seremos grandes si las cifras de la pobreza se revirtieron en positivo, si los pequeños y medianos empresarios recibieron crédito barato y a largo plazo, si los grandes y súper grandes no evadieron el pago de impuestos y actuaron con responsabilidad social y laboral, si los derechos de la naturaleza fueron respetados, si la salud y la educación mejoraron sustantivamente, si la inversión extranjera ha sido muy significativa, si el manejo de los dineros públicos fue acrisolado, si el disentimiento y oposición política fueron muy bien aceptados.
Entiende, entonces, señor Lasso, ¿por qué desde ahora mismo yo ya estoy hablando de su final?