EL “Chico” Cáceres, un grande de la fusta
Silvio Devoto Passano
sidepaderby@hotmail.com
Datos personales
Casado con Piedad Gortaire el 10 de Julio de 1955, en Quito, tiene 4 hijos: Silvia, Luis Alberto, Johnny y Rocío, con ocho nietos, dos de los cuales radican en USA.
Inauguró el “Santa Cecilia”
La primera carrera disputada en el desaparecido Hipódromo de Mapasingue fue ganada por Cha Cha Cha, por él conducida, que recién había arribado a Quito.
En su país natal lo apodaban “Semillita”, en Quito lo llamaban el “Chico” y en Guayaquil fue motejado “Caballito”, es el inicio de esta semblanza sobre Luis Alberto Cáceres Vilches, el otrora magnifico látigo que naciera en Santiago el 26 de Agosto de 1933 y arribara a nuestro país en 1952 para no irse más.
“Me inicie en la hípica cuanto tan solo tenía catorce años de edad, en el hipódromo Chile pasando luego al Club Hípico y con solo diecinueve años a cuesta vine a Quito junto a Miguel González Baeza trayendo a Becada, Sortija y San Francisco”.
Muy mal en sus inicios, monta que gustaba poco, poco afortunado, la suerte vino hacia él semana después al ganar su primera carrera.
“De rebote me llegó la monta de Río Rita reemplazando a último momento al negro Vaca y comencé a ganar”.
Admirador de los “monstruos” que corrían en Chile, de cada uno de ellos fue aprendiendo secretos que le sirvieron para hacerse de un nombre en Ecuador.
“En mi país disfruté viendo a Pedro Flores, Juan Araya, José Bravo, Juan Francisco Marchan y Eduardo Jara, eran un verdadero espectáculo lo que brindaban en cada una de sus montas”.
En Ecuador fue igual, rivalizando con látigos de primera fila, tal cual relata…. “Era lindo competir con Abel Vaca, Leonardo Mantilla, Jesús Yánez, primero en Quito, y luego en Guayaquil con Oscar Bravo, Wacho Vega, César Escobar, Francisco Vilches, Eduardo Luque, Bernardo García, Carlos Rodríguez y una vez el gran Irineo Leguisamo”.
Los preparadores gustaban de su monta y muchos de ellos a la hora de firmar lo llamaban para que conduzca caballos a su cargo.
“Debo mencionar a Jorge Calderón, Máximo Jiménez, Colón Ullauri, Pepe Valdez, Esteban Stay, Gustavo Hidalgo y mis paisanos Mario Catalán y Francisco Castro, a los que agradezco profundamente y a quienes creo cumplí siempre”.
Una fuerte suspensión lo llevó a viajar a Lima y aquí se dio su gran frustración al no poder correr oficialmente.
“Laboré en el stud Quaker State, la cuadra reinante del turf peruano, propiedad de don Juan Magot y nunca me llegó el certificado correspondiente del Ecuador para obtener mi Patente”.
Increíble, pero cierto, en cambio a Ecuador llegaron entre otros, Viterbo Carrasco, Tiburcio Tapia, Enrique Canales, César Zárate y Adolfo Sánchez, expulsado de la hípica peruana, que fueron recibidos con honores aquí.
En 1966 salió a Colombia para conducir en Hipotecho donde fue frecuente ganador en una hípica que tenía a grandes ases de la fusta conduciendo.
“Me encontré con grandes amigos en Bogotá, Vilches, Meneses y Juan Guzmán entre otros, que hicieron más fácil mi adaptación a un medio difícil donde eran figuras José Alonso, Sergio Escudero, Oscar Manzuera, Helman Román y mi gran amigo y paisano el finado Gabriel Saavedra”.
“Lo voy a correr de atrás”
Así me dijo en el Paddock a la hora de montar a El Toto, un caballo de mi propiedad, que tiene en su record ser el único que pudo vencer al tordillo My Way en el “Santa Cecilia”.
El hijo de Tale of Two Cities y Lasmira era un típico puntero, que cuando no lograba correr adelante venía renegando.
No le repliqué nada y algo molesto me limité a decirle ‘haz lo que quieras’ y me dirigí a la Tribuna.
Eran los dos mil metros del Clásico “Presidente del Hipódromo”, y Pepe Valdez, preparador del castaño, siguió renegando hasta que Lucho salió al Paddock siendo sus palabras: El que va arriba soy yo y basta.
Ni qué decir, lo trajo en mitad del lote y entrando a la recta final pasó a ganar por varios cuerpos.
Jinete puntero por excelencia, arriba de un caballo que no quería saber nada corriendo de atrás, se ganó la carrera y los aplausos del público por su impecable conducción.
Nuestra hípica lo recuerda con enorme cariño y hoy, radicado en el vecino balneario de Playas recibe la visita de muchos amigos, entre ellos quien esto escribe, que lo aprecia sobremanera.
Qué hermoso es recordar y qué grato es hace conocer a los jóvenes la vida e historia hípica de este látigo de tan solo 48 kilos de peso que brindó a través de su magnífica monta un espectáculo de primerísimo nivel y es aún evocado por miles y miles de hípicos como el MEJOR jockey puntero.
Saludo Lucho, cuánto extraña nuestra hípica tu monta.
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