El carrito de compras
María Cristina Menéndez Neale
cristimenendez85@gmail.com
@CristiMenendezN
En un mercado que se da todos los martes, una señora se acercó a un kiosco donde venden carritos para llevar compras de supermercado, entre otras cosas. La señora justo quería un carrito de compras, y el señor del kiosco le dijo que el precio era de doscientos sesenta y cinco pesos.
La señora sólo tenía doscientos treinta y cinco pesos en su billetera, y le preguntó si podría dejarle a ese valor, pero el señor le dijo que no. La señora le respondió que entonces regresaría luego a comprarlo.
Cuando la señora empezó a caminar, el señor le gritó: “Señora, pero si gusta puede llevárselo ahora, y ya luego más tarde me paga lo que falta”.
La señora aceptó, y le prometió que ya iba a sacar el resto del valor para terminarle de pagar. Él le respondió: “Sí, no hay problema, yo todavía confío en las personas”.
La señora se fue con el carrito hasta su edificio, donde lo dejó con el portero, y por las mismas de fue a un cajero cercano a sacar el dinero.
Cuando regresó al kiosco, el señor ya no estaba, pero en su lugar estaba una joven que había estado con él cuando se llevó el carrito. La señora le dijo que venía a pagar lo que debía al señor, y la joven respondió que ella era la hija, que puede pagarle a ella. La señora le pidió de favor que le avise que ya hizo el pago.
Cuando el señor regresó, la hija nunca le dijo nada; ella iba a usar ese dinerito para comprarse unos cintillos en otro kiosco en el mercado. El señor estuvo hasta las 5:30 de la tarde, hora que termina el mercado, esperando que llegue la señora, pero nunca llegó en su presencia, y el señor se arrepintió de haber tenido confianza en las personas.
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