Opinión

…el Camino de Santiago

Santiago Pérez S./Guayaquil

 

Hermano vs. Hermano

Todo país tiene rivalidades y diferencias entre una, o varias ciudades, o regiones. Son diferencias culturales, idiomáticas, costumbristas; pero diferencias que enriquecen a la estructura misma de su estado. No son rivalidades, como las que vivimos aquí, en nuestro Ecuador.

Y es de eso, precisamente, que el Camino de Santiago tratará en este escrito.

Ya, en ocasión anterior, tocamos el tema de la, tan particular, conformación de lo que se conoció como La Real Audiencia de Quito. Vimos como la autoridad cambió varias veces de mandante; en unos casos fue el Virreinato de Lima, (a quien se cercenó los territorios asignados a la Real Audiencia de Quito), y en otros, al Virreinato de Santa Fé. Esos cambios de autoridad y de intereses, ventajas y desventajas, tuvieron una gran influencia para dividir, resentir y enfrentar, a unos, contra otros.

Para los habitantes de Quito, sede del poder de la Real Audiencia, le era mucho más conveniente que su patrón estuviera en el Virreinato de Santa Fé, pues le era más fácil la comunicación y, seguramente existía más afinidad con ese Virreinato, que con el de Lima. Pero, para los residentes en Guayaquil, puerto de gran importancia por sus astilleros y por ser la puerta de exportaciones e importaciones, le era más conveniente reportarse al Virreinato de Lima.

Y, de hecho, así comenzó la Real Audiencia de Quito, teniendo como autoridad superior al Virreinato de Lima.

Y así comenzó también, una división de intereses, lealtades, y rupturas, que enfrentaron a unos, contra otros. Es conocido por todos, las veces que nuestro incipiente Ecuador se separó en 2, y hasta 3 estados independientes. Quito y ciertas provincias de la Sierra (norte y centro), Guayaquil, que agrupaba la costa y el litoral, y Cuenca, con parte de lo que hoy es el Oro, Loja y otros territorios que hoy, son parte de Perú.

Las diferencias han llegado al punto de desconocer y despreciar, el uno, al otro; sobre todo en el caso de quiteños y guayaquileños; quienes, por ser la región altamente productiva del país, resienten la burocracia y el centralismo capitalino.

Son, precisamente, esas diferencias, que llegan hasta el lenguaje, las que han llevado a nuestra nación a ostentar, por decirlo más bonito, el más alto grado de regionalismo y centralismo, en nuestra región.

Aún hoy, late en la mente de los costeños, la idea de liberarse del centralismo, absorbente y codicioso, de la capital.
Hasta hoy, permanentemente existen reclamos, instancias, campañas y acciones, reclamando aportes que, habiendo sido generados en la costa, jamás llegan con puntualidad y, mucho menos en el monto que fuera legal.

¿Exageración?

Pues, veamos. Se acaba de publicar el resultado final de último censo. A más de muchas otras diferencias, entre sierra y costa, ha llamado profundamente la atención el hecho que, por motivos netamente de intereses creados, se elevó sustancialmente el número de habitantes de Quito, por sobre los de Guayaquil, (a quien se le “disminuyó” intencionalmente su crecimiento); para que Quito reciba mayores y más jugosas asignaciones por parte del estado y, Guayaquil recibiera menos.

Doloroso e inentendible.

No se necesita de mucho ingenio, para notar las enormes diferencias de desarrollo, entre las provincias de la sierra, comparadas con las de la costa. Curioso, que sea, precisamente la costa, la que dota de mayores ingresos al estado; sin contar el petróleo; que, por motivos desconocidos, ignora totalmente a Esmeraldas, que es donde se refina y exporta el crudo, lo mismo que a las provincias de origen, en la región amazónica.

No vamos a extendernos en más casos evidentes, permanentes y notoriamente perjudiciales a la costa, pues este no es un acusatorio; es una reflexión.

El regionalismo divide y perjudica enormemente a nuestro país.

El centralismo, lo hace corrupto y muy vulnerable.

Es como la historia de Caín y Abel, en la cual el uno termina muerto y, el otro, maldito.

Nadie gana, todos perdemos.