Ecuador después de Rafael Correa: qué cambiará y qué seguirá igual con Lenín Moreno
Rafael Correa completó este miércoles la presidencia más larga en la historia de Ecuador. Fueron diez años, cuatro meses y nueve días en los que, impulsado por los extraordinarios precios del petróleo, dominó el país a su antojo, dejando atrás una década de inestabilidad política y debilidad presidencial.
Lenín Moreno asumió en un contexto muy adverso. La economía no crece desde hace dos años, el país está sobreendeudado y sin posibilidad de devaluar la moneda por la dolarización, y el barril de crudo sigue planchado. Pero lo que más lo condiciona es la sombra de su antecesor y mentor, que lo acompañará durante todo su mandato. Sin el carisma ni el liderazgo de Correa, que sigue controlando buena parte del partido, Alianza País, deberá dar respuesta a las múltiples demandas de cambio que se fueron acumulando en estos años.
«Evidentemente es una transición bastante difícil la que se le presenta a Moreno. Por un lado, cualquier presidente que venga después de Correa tendrá muy alta la vara en términos de liderazgo, y le va a costar mucho marcar un nuevo estilo. Por otro, con la excepción de los últimos dos años, éste fue un período de gran bonanza económica gracias a precios del petróleo que ya no están presentes. Son dos condiciones de contexto que no tiene a su favor y que le van a poner fuertes límites a su gestión», explicó Simón Pachano, profesor de ciencia política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Sede Ecuador (FLACSO), consultado por Infobae.
Un nuevo estilo en la Casa de Nariño
«Desde su postulación, Moreno tuvo un posicionamiento público algo ambivalente. Por un lado, trató de tomar distancia de Correa en su estilo de gestión política, hablando del diálogo, de la tolerancia y de saber escuchar. Pero más allá de esta insistencia en las nuevas formas, ha evitado pronunciarse con claridad respecto a un sinnúmero de cuestiones de la agenda pública. No se ha mostrado como un político de convicciones firmes y claras», dijo Franklin Ramírez, doctor en sociología política e investigador de la FLACSO, en diálogo con Infobae.
Es lógico. Para ser Lenín Moreno, y no simplemente el sucesor de Correa, necesita diferenciarse. Y es mucho más fácil acentuar los contrastes en la comunicación que en las políticas concretas. Al nuevo presidente lo ayuda su perfil diplomático y conciliador, que no podría ser más distinto del estilo volcánico y autoritario del ex mandatario.
«No está claro todavía en qué va a haber continuidad, pero sí en qué se va a distinguir. Lo dijo en su discurso inaugural, tiene un modo de entender la política que deja a la confrontación de lado, que plantea el diálogo como dinámica de acercamiento con los distintos sectores sociales. No cree que el presidente deba ser un protagonista constante y asfixiante, sino un facilitador de acuerdos y de entendimientos, que no busca imponer por la fuerza una agenda de gobierno», contó a Infobae el sociólogo y periodista Felipe Burbano, ex director general del Diario Hoy.
En su primera alocución como presidente, Moreno habló de «respetar las críticas de los medios de comunicación». Si lo llevara a la práctica, sería un cambio muy importante frente al gobierno anterior, que se declaró en guerra con el periodismo y acosó a los críticos como pocos en la región.
Sin muchos cambios de fondo a la vista
La contundencia con la que Moreno acentuó su voluntad de liderar de otra manera contrasta con la vaguedad de sus referencias a las políticas públicas que implementará su gobierno. Eso genera muchos interrogantes sobre el grado de continuidad o de ruptura que habrá en sectores claves de la administración, como la economía y las relaciones exteriores.
«Aunque no quiera, va a tener que hacer muchos cambios en relación a las políticas económicas de Correa, porque la situación es muy grave —dijo Pachano—. Estamos llegando a límites de endeudamiento que el país ya no puede soportar. Está en riesgo la dolarización, que si se cae hace caer al gobierno con ella. Deberá tomar decisiones muy fuertes».
Sin embargo, por el momento nada hace pensar que hará cambios bruscos. De hecho, el mejor indicio que dio hasta ahora de la impronta que buscará darle a su gestión es el gabinete que eligió. Sin dudas, tiene muy poco de rupturista.
«Está conformado por muchas figuras que fueron muy relevantes en los gabinetes de Correa, que han estado en los primeros planos de Alianza País desde la Constituyente (2007). Lo mismo se ve en las nuevas autoridades del Parlamento y del partido, que son todos muy cercanos al ex presidente. Se ven muchos hilos de continuidad», señaló Ramírez.
De los 23 ministros que designó, nueve completaron el mandato de Correa. Pero no sólo eso. En Finanzas, por ejemplo, eligió a Carlos de la Torre, que si bien no era funcionario del gobierno anterior, está en la misma línea de sus antecesores: es un economista heterodoxo, más centrado en la intervención del Estado que en el mercado, y poco preocupado por el nivel de gasto. Con él al frente de la cartera parece difícil imaginar que el gobierno vaya a realizar el ajuste fiscal que demandan muchos técnicos y empresarios.
Algo similar se puede comprobar en el ámbito de la política exterior, donde eligió a María Fernanda Espinosa como ministra. Sus antecedentes también proyectan continuidad en el área. Incluso hacia la Venezuela de Nicolás Maduro, de la que Correa fue un aliado incondicional.
«Fue la primera canciller de Correa, es una de las fundadoras de Alianza País, y tiene larga militancia en la izquierda, así que no veo en el corto plazo que pueda desmarcarse con facilidad de Venezuela —continuó Ramírez—. Hay sectores del partido que están dispuestos a tomar mayor distancia de Maduro, pero otros se han mostrado muy alineados, así que si decidiera cambiar de rumbo Moreno tendría que resolver ese problema. Lo que sí podemos esperar es mayor apertura hacia otros bloques y, quizás, una relación más fluida con Estados Unidos».
El fantasma de Correa
Más allá del proyecto que Moreno tenga en la cabeza, de la intensidad de las transformaciones que crea necesarias, él sabe que cualquier giro pronunciado lo enfrentará con su antecesor. Tarde o temprano, el presidente se encontrará ante una disyuntiva: posponer cambios que considere necesarios para no forzar una ruptura con Correa, o avanzar con medidas fuertes, arriesgándose a un quiebre de alcances imprevisibles.
«Correa no se va a retirar —dijo Pachano—. Podrá irse unos días a Bruselas con su familia, pero seguirá intentando manejar la política ecuatoriana. Eso puede llevar a peleas con Moreno. Personalmente, creo que se va a dar en poco tiempo, cuando el presidente tenga que tomar decisiones. Y eso se va a manifestar con un cambio de gabinete. Me parece que el que anunció será sólo para los primeros meses, pero después habrá cambios».
Independientemente de lo haga Correa, también resultará muy difícil evitar que se produzcan fuertes divisiones al interior del partido de gobierno. Porque algunos sectores seguirán siendo incondicionales al ex presidente pase lo que pase, pero otros querrán escalar posiciones jurando lealtad a Moreno.
«El correísmo no es una fuerza homogénea —continuó Pachano—. Ha sido muy disciplinada por el fuerte liderazgo de Correa, con quien cualquier discrepancia significaba la expulsión del paraíso. Pero ahora se van a poner en evidencia las diversas facciones. Lo que no se sabe aún es si existe un leninismo o morenismo. ¿Tiene gente que lo respalda? ¿Dónde se ubican ideológicamente?».
Lo más probable es que Lenín tenga cierta libertad de maniobra estos primeros meses. Por eso su verdadera cintura se verá ahora, cuando tenga que demostrar si es capaz de aprovechar el envión del triunfo y el crédito que tiene todo presidente al asumir. Necesita acumular un capital político propio que le permita sobrellevar de otra manera un eventual enfrentamiento con su mentor.
«Me da la impresión de que Correa le va a dejar un relativo espacio de funcionamiento al nuevo gobierno. No sé si hay un acuerdo implícito entre los dos, por el cual uno necesita crear un espacio propio, pero a cambio promete no tocar el legado del otro. No obstante, cuando Moreno se siente a dialogar con los distintos sectores de la sociedad, se va a encontrar con una retahíla de demandas y de pedidos de reforma que estaban contenidos. Entonces, la situación es muy delicada. Correa es el fantasma que empieza a rondar la política ecuatoriana. Podemos no saber dónde está, pero vamos a sentir su presencia», concluyó Burbano. (Internet/ La Nación)