Opinión

Donald Trump y las libertades civiles

Ariel Hidalgo

concordiaencuba@outlook.com

El Nuevo Herald

Cuando mucha gente padece del mal de la ignorancia y se inclina por las medidas tremebundas, es fácil ganarse el apoyo de las multitudes sobre la base de falsedades, pero quien no busca el aplauso –o el voto– de la mayoría y sea fiel a la verdad, no tiene por qué temer desagradar o estar en minoría.

No nos engañemos, las desfachatadas afirmaciones de Donald Trump que muchos comentaristas califican de “payasadas”, son apoyadas no sólo por un gran sector del electorado anglo, sino también por muchos hispanos, porque no sólo se acude al miedo de los primeros a que marejadas de inmigrantes de otras etnias cambien el ambiente donde nacieron y crecieron con otras costumbres y lenguas, sino además por compartir ambos grupos la credulidad en las mentiras de que los nuevos inmigrantes son responsables de la mayoría de los males sociales de esta nación. Trump encarna los deseos y temores de un sector importante del electorado, y puede no sólo ganar la candidatura republicana sino además, la presidencia. No hay que tener mucha imaginación para concebir a este hombre lleno de odio al frente de la nación más poderosa del planeta en estos tiempos de tanta turbulencia.

Lo que parecía un dislate, prohibir la entrada de musulmanes a los Estados Unidos, fue aplaudido con entusiasmo por esa masa silenciosa. También con declaraciones tremebundas logró Hitler el apoyo de su pueblo alentando el odio contra otra etnia a la que culpaba de todos los males de la sociedad alemana de su tiempo. No llegó al poder por golpe de Estado ni insurrecciones, sino aclamado por las muchedumbres. Trump ha abogado, además, por incrementar la vigilancia de las mezquitas en Estados Unidos e incluso, cerrar algunas de ellas y obligar a los musulmanes a registrarse en una base de datos o a llevar tarjetas especiales de identificación que destaque su religión. Con medidas muy parecidas a éstas contra los judíos y las sinagogas, comenzaron las medidas restrictivas de los nazis que culminaron en los terribles campos de concentración. Cualesquiera que fueran las alegaciones acusatorias de los nazis y las supuestas culpas de algunos judíos, la inmensa mayoría de éstos pagaron justos por pecadores. Tampoco es culpable hoy la inmensa mayoría de los musulmanes de los actos terroristas sino que por el contrario, los condenan con igual energía.

¿Fueron ellos acaso los que iniciaron la era del terrorismo en este país? No, sino un veterano de la Guerra del Golfo que pertenecía a un grupo de supremacistas blancos en venganza por las muertes de los davidianos en Waco exactamente dos años antes. Y Unabomber no era un fundamentalista islámico sino un profesor universitario graduado en Havard. ¿Estos actos de terrorismo doméstico inspirados en un nacionalismo seudocristiano han cesado? Para nada. En 2012 un miembro de uno de estos grupos, Wade Michael Page, mató a seis personas e hirió a cinco en un templo sij de Milwaukee; en 2014 Jerad y Amanda Miller, opuestos al control de armas y a los impuestos, asesinaron en Las Vegas a dos policías y a un civil; y el pasado año Dylam Storm Roof, quien llevaba en su cuerpo símbolos de supremacistas blancos, mató a nueve personas de una iglesia de afroamericanos de Charleston. El 64 por ciento de los culpables de actos terroristas en este país, según datos de la New American Foundation, nacieron en los Estados Unidos.

Si se prohíbe la entrada a Estados Unidos a cualquier musulmán por la culpa de unos pocos, y se va a obligar incluso a los residentes miembros de esta religión a llevar tarjetas que se les identifique como tales, ¿se van a aplicar entonces, por las mismas razones, iguales medidas a todos los cristianos?

Las restricciones a las libertades civiles y el incremento de la vigilancia de la ciudadanía, como pide Trump, es uno de los objetivos de los terroristas, un complemento de sus ignominiosos actos, porque es la continuación del terror por otros medios, sólo que esos medios no tienen que aplicarlos ellos mismos. Sus propios adversarios se encargan de llevarlos a cabo.

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