Opinión

Donald Trump y los peligros del populismo

Diario El Espectador de Colombia

Que la carrera esté tan cercana en la campaña a la Presidencia de los Estados Unidos dice mucho de lo cerca que están todas las democracias de sucumbir ante los cantos de sirena del populismo.

El primer debate presidencial en los Estados Unidos entre Hillary Clinton y Donald Trump mostró que el magnate, candidato por el Partido Republicano, brilla cuando tiene la oportunidad de darle rienda suelta a su discurso populista. Sí, su rival logró aplacarlo y descolocarlo, a tal punto que por primera vez en estas elecciones atípicas el multimillonario lució intimidado, afectado por su evidente falta de preparación previa. Pero que las encuestas hablen de un empate técnico pese a todos los reparos que hay en su contra es testimonio del atractivo que ciertos discursos tienen entre los votantes y el peligro que esto representa para el bienestar de la democracia y de los países.

No es fortuito que el tema de la economía, específicamente las preguntas relacionadas con el desempleo y los tratados de libre comercio, haya servido para que Trump dominara el inicio del debate. No precisamente, vale aclarar, porque tenga un plan integral y eficaz para solucionar los problemas de las clases media y baja de los Estados Unidos. De hecho, según los expertos, los pocos detalles que ha dado el magnate sobre su propuesta económica aumentarían abrumadoramente el déficit fiscal y beneficiarían a la clase alta —a la cual, por cierto, él pertenece—, además de que sus recortes presupuestales no son realistas. Pero ese es el punto del populismo: se premia la indignación facilista y la retórica que pretende apropiarse de la rabia de los desposeídos, por encima de soluciones complejas que son más difíciles de explicar en 15 segundos.

Trump dijo que lugares como China o México se están robando los empleos de los estadounidenses y que ir a estados como Michigan y Ohio es ver la devastación que han producido, en su opinión, tratados de libre comercio mal negociados. “Yo puedo traer de vuelta esos empleos”, le dijo Trump a Clinton. “Usted no”. La realidad, en ese tipo de argumentación, resulta irrelevante, pues Trump simplemente canaliza la frustración de muchos estadounidenses que han visto cómo sus empleos en el sector de la manufactura, por ejemplo, se han mudado a países donde la mano de obra es más barata. Le creen que tiene la solución porque es el opuesto al “establecimiento”, los políticos que, como Clinton, llevan años cercanos al poder y que, en su opinión, no han hecho lo suficiente para evitar el desastre.

Ese discurso emociona y despierta rabia, que es lo que ha permitido a Trump seguir vigente y con una posibilidad real de ganar (aunque el “New York Times” le da a Clinton un chance de 69 % de victoria, y “FiveThirtyEight”, que predijo con exactitud los resultados de la elección presidencial pasada, también favorezca a la demócrata con un 55,5 %). Por eso no sobra preguntarse qué pierde la democracia de un país cuando un número amplio de personas privilegian el populismo sobre debates con mayor complejidad y llenos de matices.

Clinton, la política de carrera que ha demostrado sus capacidades, pero que carga encima duros cuestionamientos por sus lazos con Wall Street y por representar al establecimiento, ve cómo sus propuestas son insuficientes para separarse de un populista que no ha hecho más que explotar el miedo de las personas y su resentimiento. Claro, es probable que Trump pierda, especialmente porque su discurso choca con los intereses de grupos minoritarios (una encuesta dio que el 99 % de los afroamericanos votarán por Clinton) y de las mujeres, pero que la carrera esté tan cercana dice mucho de lo cerca que están todos los países, y todas las democracias, de sucumbir ante los cantos de sirena del populismo.

Entonces resulta inevitable pensar en Colombia. La campaña por el plebiscito del 2 de octubre ha estado plagada de populismo y discursos que son eficientes en la movilización, pero dañinos si lo que buscamos es construir soluciones que estén a la altura del momento histórico. Ojalá que, para una decisión que definirá el futuro de este país de manera dramática, esos cantos de sirena del populismo no nos lleven a olvidar el fondo y privilegiar el discurso efectista.

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