Diego Borja Cevallos
Silvio Devoto Passano
sidepaderby@hotmail.com
Miembro de una familia quiteña de prosapia que aportó de manera importante a su ciudad, provincia y país, Diego vivió intensamente el turf, al que se acercó siendo un niño de la mano de su señor padre, don Luis Felipe Borja del Alcázar, firme propulsor el Deporte de los Reyes en la ciudad capital, dueño de la importante cuadra “Sixal”.
Conocí siendo joven a Diego y recuerdo más de una tarde de domingo viviendo las jornadas hípicas a través de la señal de “C.R.E” en la agencia del hipódromo en Quito, de Jaime Mora Quiroz, situada en la esquina de las calles Venezuela y Espejo, en una de las cuales nos sonrió la fortuna con su hermano Felipe forrándonos de billetes con el triunfo hasta cierto punto sorpresivo de “Fierrazo”.
En 1962, al contraer nupcias en la ciudad de Guayaquil con Alicia Hidalgo se radicó en la urbe huancavilca siendo cumplido asistente a carreras, debiendo sumarse algún día de semana para espectar los traqueos y disfrutar a plenitud las maravillosas matutinas hípicas.
A su retorno a Quito, tras cambiar su residencia, se unió a un grupo de jóvenes amigos que influyeron de manera poderosa en la bien llamada “Segunda Etapa de La Carolina”, siendo ellos Marcelo Bueno, Issac Zoldan, Fausto Merello, Juan del Hierro y sus hermanos menores, Felipe, Santiago (+) y Francisco, secundando el eficiente trabajo de la gente mayor, con el Doctor Luis Moreno Cordero a la cabeza y el valioso contingente de hípicos de la talla de don Juan Aguirre Avilés y los hermanos Alonso y Guillermo Andrade Ochoa, entre otros.
Yo conocía del grave mal que afectaba la salud de Diego que, consiente de ella, lo sobrellevaba con estoicismo y serenidad, y en las repetidas charlas telefónicas traslucía una enorme alegría al recordarlos bellos momentos vividos en los hipódromos “Santa Cecilia”, “Costa Azul” y “La Carolina” de Quito.
La muerte no lo tomó de sorpresa, la espero de manera serena y sapiente, seguro de que la bondad mostrada en vida y su intachable conducta le abrirían las puertas del cielo, sitio reservado para la vida eterna a los hombres de bien.
A sus hermanos Alegría, Rodrigo, Diego y Francisco mi sentida nota de pesar, extensiva a sus hijos y demás familiares.
Disfruta del Señor, entrañable amigo.
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