¿Cuál es la prensa que les gusta?
Jorge Gallardo Moscoso/Guayaquil
Mi profesor de hace más de 40 años en la Facultad de Comunicación Social, Jorge Massucco, nos daba de tarea observar y escuchar noticieros de los canales de televisión y de radios, además de revisar distintos periódicos. El propósito: que los estudiantes entendiéramos cómo el tratamiento noticioso no era igual y la línea editorial, mucho menos.
Dedicamos un buen tiempo a esa parte de la clase. Massucco, argentino, Maestro, fotógrafo, escritor, cineasta, “vivió con mucho interés y pasión la etapa de la docencia”. Debe ser cierto porque, en mí por lo menos, sus enseñanzas perduran. Tanto en el sector público como en el privado, el ejercicio periodístico ha sido matizado con la revisión y lectura de medios escritos y la escucha y observación de radios y televisoras. (Ahora, lo que trae la red y de la que no me fío; procuro comprobar su veracidad).
La referida tarea universitaria, inclusive, la aplico a mí asistencia a la misa católica, pues con frecuencia cambio los horarios y de templo, en el ánimo de escuchar el sermón, del mismo evangelio dominical, desde el particular punto de vista y de interpretación que sobre éste tiene el sacerdote. ¿Por qué viene todo esto al cuento? Porque, también, de forma recurrente, tengo amigos, conocidos y desconocidos que, muy sueltos, como lo hacen, sobre todo, los gobernantes no demócratas (aunque se califiquen de tales), hablan de la “prensa corrupta”, de “periodistas mediocres y corruptos” y con sorna dicen “esa es nuestra prensa independiente”.
¿Y cuál es la prensa que te (les) gusta? La tecnología permite, con inmediatez, leer, escuchar y ver “lo que me gusta” y con eso el asunto queda zanjado, aunque ello arroje como resultado que habrá un “sólo” punto de vista, una “sola” verdad (como agrada a los siglos veintiuneros y totalitarios). Pero, ‘sarna con gusto no pica’ y, tal como reza el concepto, con eso el dogmatismo (sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda) alcanza su máxima exposición.
La historia revela que siempre los periodistas y la prensa libre no son bien vistos. Por supuesto, no son santos ni hay que santificarlos. Pero ¿qué es mejor, tenerlos o no?