Con la virgen de Chapi
Jorge Alania Vera
Jorge.alania@gmail.com
Desde Lima, Perú, para LA NACIÓN de Guayaquil, Ecuador.
Era una ferviente devota de Nuestra Señora de la Purificación del Valle de Chapi, más conocida como Virgen de Chapi, culto que llegó con los misioneros franciscanos en el siglo XVII a la ciudad de Arequipa. A diario le rezaba por su esposo Percy y por su hija Lucía Isabel, porque sabía que le escuchaba. Pedía, además, por ella y sus pacientes para que se alivien sus quebrantos y les dé vigor ante la diaria batalla por sus vidas.
Ana Ortiz nació en Arequipa el 20 de diciembre de 1958. Casada con Percy Demetrio Benavides Espinal tuvo una hija Lucía Isabel de 22 años. Estudió en Universidad Católica Santa María de Arequipa y su especialidad la hizo en la Universidad Nacional San Agustín, las dos universidades emblemáticas de Arequipa. Trabajaba en el Puesto de Salud Lara de la Micro Red de Salud Socabaya, pero éste se cerró por la pandemia y la enviaron a trabajar al Centro de Salud 4 de octubre del mismo distrito en donde la alcanzó la enfermedad que soportó con estoicismo como suelen hacerlo los verdaderos héroes de la salud.
Estaba permanentemente alegre. Su hija la recuerda recibiéndola con una sonrisa al volver a casa. Le gustaba cantar, era parte de su ánimo. En casa lo hacía, tal vez celebrando la epifanía familiar que desborda los corazones y convierte la propia querencia en el rincón del mundo más amado.
La palabra quechua Chapi significa en español: aquí no más. La peregrinación de su credo católico la llevaba hasta su templo y en su día jubilar, el primero de mayo, estaba de fiesta como todos los devotos. Le había dicho muchas veces al orar: que se haga tu voluntad y no la mía. Por ello cuando la virgen de su fe, el 21 de junio del 2020, le dijo aquí no más, aquí te quedarás conmigo para siempre, ella simplemente obedeció.