¿Coman y beban?
María Verónica Vernaza G./Guayaquil
Aquellos católicos que van a misa regularmente, o que tienen como costumbre revisar el evangelio del día, habrán notado que durante toda esta semana hemos leído el capítulo seis del evangelio de san Juan, en el que Jesús se identifica a sí mismo como el Pan de Vida. Luego de la multiplicación de los cinco panes y dos peces viene este pasaje del Maestro con sus discípulos donde les dice que ellos deben comer y beber su cuerpo.
Para el pueblo judío que observaba 613 preceptos, entre ellos algunos sobre las carnes impuras, eso de comer carne humana resultaba realmente escandaloso. San Juan utiliza dos palabras griegas diferentes: PHAGO y TROGO. La primera la encontramos 9 veces en este pasaje y significa comer; la segunda la encontramos una sola vez cuando Jesús la utiliza para reforzar sus palabras y no dejar duda de lo que quiere decir. El significado es mucho más fuerte, significa masticar, moler con los dientes. A simple vista, Jesús les estaba pidiendo un acto de canibalismo.
El No. 1413 del Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que: “Por la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad”.
Es interesante que el Camino Neocatecumenal en sus eucaristías no utilice hostias como las que nosotros estamos acostumbrados, sino que ellos mismos preparan un pan sin levadura que debe ser masticado para poder ser deglutido. La primera vez que tuve la oportunidad de participar en su celebración, me causó un poco de sorpresa al verme con un verdadero pedazo de pan y pensé en tragármelo todo sin masticarlo, pensando en que podía estar irrespetando la sagrada forma. Pero luego pensé que eso era justamente lo que Jesucristo había preferido, poder experimentar con mis sentidos como ese trozo de pan bajaba por mi estómago alimentando mi cuerpo y mi espíritu. Para nuestra relación con Dios, la experiencia de los sentidos es algo importante, aunque parezca banal. De eso podemos profundizar en otra ocasión.
El día sábado terminaremos de leer el Discurso del Pan de Vida, como se le ha llamado a este pasaje, cuando algunos discípulos deciden no seguir más a Jesús por el gran revuelo que había causado sus palabras, y él, seguramente con algo de pesar les pregunta a sus apóstoles: “¿Ustedes también quieren irse?”, a lo que san Pedro pronuncia esa hermosa profesión de fe “¿A quién iremos?, solo tú tienes palabras de vida eterna”.