Tecnociencia

Científicos utilizan un pingüino robot para estudiar a estos animales

Los expertos notaron que al usar este método, las aves se ponían menos nerviosas que cuando tenían contacto directo con humanos.

PARIS. La nueva herramienta para los biólogos que estudian pingüinos es un pequeño robot espía. Es tan convincente que estos animales prácticamente lo tratan como si fuera un posible amigo para sus polluelos.

Los pingüinos emperador son notoriamente tímidos. Cuando los investigadores se acercan, las aves normalmente se retiran y se les eleva el ritmo cardíaco. Pero eso no es lo que necesitan los científicos cuando quieren verificar la salud de esas criaturas.

Por ello, científicos internacionales e incluso directores de documentales, encabezados por Yvon Le Maho, de la Universidad de Estrasburgo en Francia, crearon un aparato rodante de control remoto disfrazado de polluelo para que se acurruque entre los pingüinos tímidos en Tierra Adelie, en la Antártida, el mismo lugar donde se filmó el documental La marcha de los Pingüinos de 2005.

De esta manera, los investigadores podrán utilizar simplemente estos nuevos robots para entrar en el hábitat de los animales, escanear a algunos y recolectar todo tipo de datos que necesiten.

Hasta el minuto, los expertos ya probaron este método con la especie de pingüinos rey, los cuales se mostraron mucho menos estresados con la presencia de este robot.

Por ejemplo, cuando uno de los animales se encontraba con un humano, en promedio, su corazón aumentaba a 35 latidos por minuto. En cambio, con el robot, solamente alcanzaban los 24 latidos por minuto.

Esto se debería también a que cuanto las personas se acercan, esta especie suele moverse mucho más, hasta 43 centímetros, mientras que con la máquina, los animales solamente corren unos 8 centímetros.

Si bien esta técnica no sería funcional para todo tipo de escenarios, se presenta como una buena alternativa para investigadores de comportamiento animal y para estudios que se realicen en un futuro.

Los investigadores pudieron hacer sus observaciones desde casi 198 metros de distancia. Su experiencia fue publicada en la revista Nature.