Caro, la atea
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@JuanCalambre
Ecuador tiene talento, sin duda; y para encontrar los mejores existen varios programas. Uno de éstos, actualmente al aire en un importante canal de televisión, sorprendió a todos el pasado fin de semana con una muestra de discriminación.
Resulta que una chica de dieciséis años entró a participar. Luego de su actuación, dos de cuatro jueces juzgaron su talento no por lo que había hecho, sino por cómo lo había aprendido. Según la artista, lo hizo de forma autodidacta.
La autodidaxia fue señalada como un punto negativo. Y como si eso no bastara, una de las juezas pretendió que la artista se encomiende a Dios. Para su sorpresa, ante la pregunta ¿crees en Dios?, la artista contestó que no.
Esto originó una serie de emociones en las tres juezas femeninas, quienes aparentemente no podían concebir que una persona no crea en Dios. Ni siquiera se les ocurrió disimular su malestar, por el contrario, condujeron a la artista hacia una situación de vergüenza por no creer en el más allá.
En nuestro medio los creyentes en un ser supremo son mayoría. Teniendo en cuenta que la tolerancia y la no discriminación deben aplicarse especialmente a la minoría, son los creyentes a quienes les toca aceptar con respeto las creencias de los no iluminados; más aún si son hijos ajenos, y menores de edad.
Lo que le hicieron esas tres juezas a la competidora, además de inescrupuloso, nada profesional y lejano al objetivo del concurso; es prohibido por las leyes de Ecuador. Si la misma intolerancia e incomprensión hubiese sido mostrada hacia una artista musulmana, todos levantarían un grito al cielo; pero se lo hicieron a una atea, y solo los liberales reclaman.
Que quede claro, la discusión aquí no es si existe Dios o no. Se trata de la irresponsabilidad de nombrar a un dios particular en un programa de talentos, insinuar que al menos una parte del resultado depende de su voluntad, y encima propiciar e incitar la vergüenza de un concursante.
Es una pena. Pero al menos tenemos la seguridad de que las primeras generaciones del siglo XXI ya están consiguiendo que sean los creyentes quienes busquen un closet.
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