Opinión

Aprender de los errores

Santiago Montenegro

Diario El Espectador de Colombia

Una de las mejores lecciones que recibí al comenzar mi carrera profesional, y que jamás he olvidado, me la dio mi primer jefe cuando me dijo: “Su principal obligación será decirme siempre en qué me estoy equivocando”.

Pasada la sorpresa inicial y con el paso del tiempo fui entendiendo la sabiduría de esta lección, una de las mejores que he recibido, y que he tratado de aplicar cuando me ha correspondido dirigir organizaciones. Porque, como individuos y como sociedad, enfrentamos muchos desafíos, entre los que se destacan dos. El primero tiene que ver con el descubrimiento del conocimiento y de la verdad. El mundo y la sociedad son demasiado complejos y cambiantes para darnos cuenta de todas sus transformaciones sin la ayuda de otros. Es en el diálogo con nuestros pares, colaboradores y hasta nuestros competidores cuando descubrimos que las estrategias, planes y proyectos no están dando los resultados esperados. Gracias a ellos, gracias a sus observaciones y gracias a su crítica, descubrimos los errores y, así, logramos enmendarlos antes de que sea demasiado tarde y los costos, demasiado grandes. Lo que sucede en las organizaciones y en las empresas tTambién sucede hasta en las ciencias más duras. Las hipótesis en la química y la física se sujetan no sólo a las pruebas empíricas, sino a la crítica feroz de los pares académicos de todo el mundo. Como lo ha demostrado la llamada economía del comportamiento, nuestros cerebros son mucho más limitados de lo que creíamos, cometen demasiados errores e, individualmente, no pueden calificarse como racionales. Lo que esta disciplina y la sicología conductista quizá no han entendido es que sí podemos ser racionales, no porque no cometamos errores, sino porque, con la ayuda de otros, con su crítica, podemos corregirlos y aprender de ellos, para no repetirlos. En el siglo V antes de Cristo, Sócrates definió esta actitud argumentando que “el verdadero sabio es el que sabe que no sabe” y sólo en el diálogo con otros semejantes descubre el conocimiento. Dos milenios y medio después, Karl Popper definió a la racionalidad como una actitud que dice: “Yo puedo estar equivocado, tú puedes estar en lo cierto y, haciendo un esfuerzo, juntos podemos acercarnos un poco más a la verdad”.

Unido al problema del conocimiento, ese sabio consejo nos lleva al segundo desafío, que es saber cómo se debe gobernar un país o dirigir una organización. Porque los entornos son complejos y cambiantes y porque también se cometen errores; por más genios que sean los dirigentes, los planes no se ejecutan exactamente como se anticipan. Lo crucial es descubrir los errores lo más rápidamente posible y eso sólo es viable en ambientes donde existe la crítica, el diálogo constructivo y también en donde sea posible controvertir a la autoridad. Los dictadores, los autócratas y los tiranos ya tienen la verdad revelada, jamás se equivocan, dicen conocer las leyes de la historia, como siempre se rodean de cortesanos, zalameros y aduladores no se percatan de sus mucosidades y, como en el cuento de Andersen, no se dan cuenta de que van desnudos.

Tenemos que celebrar y agradecer que nuestros semejantes señalen nuestros errores y flaquezas. Y tenemos que luchar porque en Colombia haya cada vez más dialogo, mas crítica, más deliberación organizada y constructiva. Tenemos que preservar y fortalecer todas las libertades de una sociedad abierta.

Las opiniones vertidas en el medio son de responsabilidad del autor.